Su Festividad: 8 de Septiembre |
Dice
una antigua Tradición, que la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a
la piscina de Bezatha. La Liturgia Oriental celebra su nacimiento cantando
poéticamente que este día es el preludio de la alegría universal, en el que han
comenzado a soplar los vientos que anuncian la salvación. Por eso nuestra
liturgia nos invita a celebrar con alegría el nacimiento de María, pues de ella
nació el sol de justicia, Cristo Nuestro Señor.
Hoy
nace una clara estrella,
tan
divina y celestial,
que,
con ser estrella, es tal,
que
el mismo Sol nace de ella.
En
la plenitud de los tiempos, María se convirtió en el vehículo de la eterna
fidelidad de Dios. Hoy celebramos el aniversario de su nacimiento como una
nueva manifestación de esa fidelidad de Dios con los hombres.
El
Nacimiento
Nace
María. Nace una niña santa. Nada se nota en ella hasta que crece y comienza a
hablar, a expresar sus sentimientos, a manifestar su vida interior. A través de
sus palabras se conoce el espíritu que la anima.
Se
dan cuenta sus padres: esta niña es una criatura excepcional. Se dan cuenta sus
compañeras: que se sienten atraídas por el candor de la niña y, a la vez,
sienten ante ella recelo, respeto reverencial. Sus padres no saben si alegrarse
o entristecerse. Para conocer lo sobrenatural hace falta tiempo y distancia. No
ha habido nunca ningún genio contemporáneo; al contrario, siempre es
considerado como un loco, un ambicioso o un soberbio.
Santo Joaquín, María Virgen y Santa Ana |
Los
niños hacen lo que ven hacer a los mayores. La niña santa no imita los defectos
de los mayores y obra según sus convicciones. Cuando nació Juan Bautista, la
gente se preguntaba "¿qué va a ser este niño?" (Lc 1,79). De María se
preguntarían lo mismo. Ella comprende que, aunque quisiera hablar de lo mucho
que lleva dentro, debe callar. Y tiene que vivir en completa soledad, de la que
es un reflejo, el aislamiento del niño que crece entre gente mayor.
María,
llena de gracia, vivía como perfectísima hija de Dios, entre hombres que habían
perdido la filiación divina, habían pecado, y sentían la tentación y sus
inclinaciones al pecado. El hombre conoce la diferencia que hay entre lo bueno
y lo malo, y cuando obra el mal, percibe la voz de la conciencia.
Antes
de pecar, la percibe y la desatiende, durante el pecado, la acalla con el gozo
del pecado, después de pecar, la oye y quisiera no oírla. Este es el
conocimiento del mal, que no procede de Dios, sino de haberse separado de Él.
María no conoce el mal por experiencia, sino por infusión de Dios. No había
pecado nunca. Por eso no entendía a la gente y se sentía sola.
Experimentaba
que sólo ella era así. Si hubiera vivido en un desierto, no hubiera padecido
tanto, pero en Nazaret, aldea pequeña, con fama de pendenciera y poca
caritativa, es tenida por orgullosa, la que era la más humilde. Como los niños
viven su mundo aparte de los mayores, así tiene que vivir María entre su gente.
Mujer
comprometida
Y
una mujer así, ¿nos puede comprender?, ¿puede ser nuestra madre? Sí porque
María es una mujer comprometida con todo el género humano. María fue la pobre
de Yahvé. Los pobres de Dios nunca preguntan, nunca protestan. Se abandonan en
silencio y depositan su confianza en las manos del Señor y Padre.
Con
el Concilio hemos recuperado la Biblia, libro prohibido en mis años de
juventud. También la Liturgia en castellano. También la Iglesia, no como una
pirámide, sino como pueblo de Dios. De la misma manera hemos de recuperar a
María, como Hermana en la fe, Madre en la fe. María peregrinó en la fe como
todos los cristianos. Se abandonó a Dios. Pudo ser lapidada, al quedarse encinta,
pudo ser repudiada... Es la pobre de Yahvé.
Querríamos
saber más cosas de María
El
evangelio nos dice muy poco de Ella. Pero, si bien lo miramos, implícitamente
nos dice mucho, todo. Porque Jesús predicó el Evangelio que, desde que abrió
los ojos, vio cumplido por su Madre. Los hijos se parecen a sus padres. Jesús
sólo a su Madre. Era su puro retrato, no sólo en lo físico, en lo biológico,
sino también en lo psíquico y en lo espiritual.
Cada
hombre, según las leyes mendelianas de los cromosomas y los genes, hereda de su
padre y de su madre. Decía un sacerdote que su padre decía: "mi hijo es
treballaor com yo y listo com sa mare".
Cuando
Jesús pronuncia el sermón de las Bienaventuranzas, está pintando a su Madre:
Pobres de espíritu, Mansos, Pacientes, Humildes, Misericordiosos, Trabajadores
de la Paz. Nos ha dado su Retrato.
Sus
actitudes vitales son idénticas las de la Madre y el Hijo: en el momento
decisivo de su vida María le dice al Ángel: "Hágase en mi"... En el
momento de comenzar su Hora, Jesús dice lo mismo "Hágase". Cuando nos
enseña su carné de identidad, María nos dice que es "la esclava del Señor".
Cuando
Jesús nos presenta el suyo, nos dice que es "manso y humilde de
corazón". Jesús predicó las bienaventuranzas porque las había vivido. Y
las vivió porque las había visto vivir a su Madre. Por eso la quiso y la hizo
Inmaculada, porque tenía que ser su madre y su educadora en la fe.