El fondo del Corazón de Jesús

El texto de hoy revela el fondo del corazón de Jesús, la razón de su alegría. Los discípulos habían ido a la misión, y al volver, comparten con Jesús su experiencia misionera. (Lc 10,17-21).
 
La razón de la alegría de Jesús es la alegría de los amigos. Al escuchar su experiencia y al percibir su alegría, Jesús también siente una gran alegría. La razón de la alegría de Jesús es el bienestar de los demás.
 
• No es una alegría superficial. Viene del Espíritu Santo. La razón de la alegría es que los discípulos y las discípulas van a experimentar algo de Jesús durante su experiencia misionera.
 
• Jesús los llama “pequeños”. ¿Quiénes son los pequeños? Son los setenta y dos discípulos (Lc 10,1) que vuelven de la misión: padres y madres de familia, chicos y chicas, casados y solteros/as, viejos y jóvenes. Ellos no son doctores. Son personas sencillas, sin muchos estudios que entienden las cosas de Dios mejor que los doctores.
 
“Sí, Padre, ¡porque así te pareció bien!” Frase muy seria. Le parece bien al Padre que los doctores y los sabios no entiendan las cosas del Reino y que las entiendan los pequeños. Por consiguiente, si los grandes quieren entender las cosas del Reino, tienen que hacerse discípulos de los pequeños.
 
• Jesús los mira y dice: “¡Bienaventurados!” Y ¿por qué son bienaventurados? Porque están viendo cosas que los profetas quisieran ver, pero no logran ver. Y ¿qué verán? Serán capaces de percibir la acción del Reino en las cosas comunes de la vida: cuidar de los enfermos, consolar a los afligidos, echar los males de la vida.
Es la cercanía de Jesús que la tenemos hoy descripta amorosamente en el Evangelio cuando se nos dice que Jesús camino, verdad y vida, se complace, con el Padre, en la predilección por los humildes y sencillos (débiles, pobres, marginales, pacíficos, silenciosos, caritativos, justos) , es decir, por cuantos tienen abierta la puerta de su morada interior para experimentar la felicidad del Reino.
 
Muchas veces nuestra vida está marcada por lo que se considera el éxito del mundo: título, estudios, posición social. Lo que diga un “profesional”, “doctor” o “master” se lo creemos porque “es inteligente”, “es entendido”. Vemos como normal que en la empresa o en los negocios sean mejor considerados. A menudo nos dejamos influir por una manera de pensar que sólo valora el dinero, la posición, los títulos y ante ellos, nos doblegamos. En nuestra sociedad, un título es la puerta para ganar dinero y no para el servicio. Vivimos en un mundo que no se le da igual importancia a lo aprendido en la vida, que a lo aprendido en la universidad; en un mundo que valora las superficialidades, que en realidad no valen para el evangelio.
 
El texto de San Lucas que comentamos hoy, nos presenta a Jesús en un “arrebato” de felicidad por el éxito de la misión de los 72, que al volver, comparten con Él su experiencia
 
misionera. La razón de la alegría de Jesús es la alegría de los amigos y agradece a Dios por la forma cómo el Plan de Dios obra entre la gente sencilla, que descubre que es capaz de transformar las cosas. Este momento revela el fondo del corazón de Jesús. Al escuchar la experiencia de sus discípulos y al percibir su alegría, Jesús también se siente feliz. La suya no es una alegría superficial, viene del Espíritu Santo.
 
Da que pensar el hecho que a lo largo de más de 4000 años de historia Sagrada, los personajes que Dios ha escogido para anunciar a los hombres su mensaje, hayan sido, por lo general, gentes sencillas y sin instrucción. En muchos casos eran apocados o tímidos, también mujeres virtuosas aunque a simple vista débiles. La sencillez conquista y “subyuga” a Dios. Él se enamora de las almas humildes y simples.
 
Jesús parte de lo que nadie aprecia, y de lo que no se valora. Son personas que han dado el salto de calidad humana que les permite valorarse y valorar a otros y otras como seres humanos, con lo que Jesús nos demuestra que el valor verdadero está en la persona misma y no en la posición que logra en la vida.
 
Lo importante que soy para Dios por más que muchas veces otras personas me excluyan, no me quieran, me dejen de lado, me hayan abandonado. Allí está el Señor que me quiere, me ama y me valora.
 
Este importante texto contiene tres afirmaciones fundamentales:
 
1.- Sólo el Hijo es capaz de revelar el verdadero rostro del Padre
 
2.- La revelación del Padre se abre a los pequeños y se cierra a los sabios
 
3.-Todos los que están cansados y oprimidos pueden encontrar en Cristo alivio.
 
Este texto nos lleva a cuestionarnos los falsos conceptos de sabiduría que tiene nuestra sociedad y conocer desde la luz de la enseñanza de Jesús qué es la verdadera sabiduría.
 
Este tiempo de adviento es un tiempo especial para preparar nuestros corazones a la venida del Salvador, el Señor quiere llegar en aquel corazón que lo quiera recibir, que se sienta pequeño (como un niño).
 
Jesús “vuelve a nacer” todos los años es el mismo lugar de la humildad.
 
Todo ello aparece en su rostro, en sus gestos, en el tono de su voz.
 
Proviene del interior, es profundo... procede del Espíritu Santo que habita en El. Ese Espíritu que nos ha sido dado también a nosotros, que Jesús nos ha dado.
 
-Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra.
 
Hubiera sido mejor traducirlo por "yo te bendigo, Padre...
 
De hecho Jesús ha utilizado una formula de "bendición" que es familiar a los judíos. A lo largo de la jornada se invitaba a los judíos piadosos a dar gracias a Dios por todo diciéndole: "Bendito eres Tú por... Bendito Tú eres por..." Tenemos pues ahí un tipo de plegaria que Jesús hacía a menudo.
 
Habla a su Padre. Le da gracias. Era el sentimiento dominante de su alma.
 
Danos, Señor, el sentido de la acción de gracias, de la alegría de decir "gracias Señor por... y gracias de nuevo por..." Recoger cada día las alegrías recibidas para agradecérselas al Señor.
 
-Lo que has encubierto a los sabios y prudentes, lo has revelado a los pequeñuelos.
 
La acción de gracias, la plegaria de Jesús surge de la contemplación del trabajo que el Padre está haciendo en el corazón de los hombres.
 
Los apóstoles habían predicado, habían trabajado con denuedo: tal era la apariencia, la cara visible de las cosas.
 
Y Jesús, El, ve el trabajo del Padre en el interior: "Tú has encubierto... Tú has revelado..."
 
Dios trabaja en el corazón de cada hombre, incluso en el de los paganos.
 
Conocer a Dios no es primordialmente una operación intelectual, reservada a una elite: los "pequeños" pueden descubrir cosas sobre Dios que los sabios no alcanzan a comprender.
 
-Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelarlo.
Es el misterio de la vida cristiana que está entreabierto; la vida del bautizado es la extensión, a personas humanas, de la vida de relación, de amor y de conocimiento recíproco que existe entre las Personas divinas.