Confianza en Dios


En los momentos más graves de la vida, debemos anclarnos con fuerza mediante la fe y la confianza en el Señor.

¡Confiemos en el Señor! No cometamos pecados y Dios trabajará en pocas horas.

Una sola cosa debemos hacer: debemos obrar el bIen y luego confiar plenamente en Dios.

Dios Padre no es como un padre terreno. Un padre aquí, aunque sea rico, debe limitarse a hacer regalos a los suyos. Un padre que está circundado de muchos hijos está obligado a dividir en muchas partes lo que tiene para dar a cada hijo lo que puede. Dios Padre, en cambio, es rico como un mar, que cuanta agua recibe, la esparce sobre la tierra y jamás disminuye. Dios Padre te premia por los servicios que le prestas, y te mira con amor, como si no tuviera que pensar más que en ti.

Estando en el crisol de la tribulación, como el oro en el fuego, canten "Aleluya". Alaben a Dios cuando los somete a la prueba del dolor. Confíen sólo en Él, y se les dará la gracia de perseverar hasta el fin.

Vale más un grano de confianza en Dios que cien de previsión y providencia humana.

Trabajemos con todas nuestras fuerzas, reflexionemos con nuestra pobre mente y luego pongámonos en brazos del Señor y digámosle: "Dime tú, oh Padre, qué debo hacer en este momento, y concédeme tu ayuda para ejecutarlo como se debe". Luego permanezcamos con plena confianza: Dios, ciertamente, se ocupará con diligencia de nuestro bien.
Desconfiar de sí, confiar en Dios, resistir contra las tentaciones del momento de la prueba, serán armas infalibles que les darán la victoria y les ganarán ese espíritu de contemplación que les hará ver a Dios y encontrarlo en cada trabajo, en cada dificultad, en cada pena, en cada momento de la vida.