Mónica,
la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de
la ciudad de Cartago en el año 332.
Formación.
Su Festividad: 27 de Agosto |
Sus
padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y
estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque
aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : "Ahora cada
vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean
mayores y tengan las llaves de la pieza donde está el vino, tomarán licor y
esto les hará mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años pero,
después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed
tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y
éste por defenderse le gritó ¡Borracha! Esto le impresionó profundamente y
nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas
alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la
gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.
Su
esposo.
Ella
deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron
que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen
trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no
tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta
años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor
disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron
tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y
consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.
La
fórmula para evitar discusiones.
En
aquella región del norte de Africa donde las personas eran sumamente agresivas,
las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los
hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en
cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió :
"Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de
buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y
yo no acepto entrar en pelea, pues....no peleamos".
Viuda,
y con un hijo rebelde.
Patricio
no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su
generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicará de su
tiempo a estos buenos oficios.y Quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro
su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin
alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar,
y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse
demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la
pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre
viuda con el problema de su hijo mayor.
El
muchacho difícil.
Patricio
y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente
inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago,
a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época,
solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y
celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le
importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto
ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores
pecados y errores.
Una
madre con carácter.
Cuando
murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias
cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad,
ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso
hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de
hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que
afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que
era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de
vacaciones y escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión, lo
echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba
a enemigos de Dios.
La
visión esperanzadora.
San Agustín y Santa Mónica |
Sucedió
que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando
por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un personaje muy
resplandeciente y le dijo "tu hijo volverá contigo", y enseguida vio
a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de
orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea,
como él. A eso ella respondió: "En el sueño no me dijeron, la madre irá a
donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre". Su respuesta tan hábil
impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como
una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para
que Agustín se convirtiera.
La
célebre respuesta de un Obispo.
En
cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando,
ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión
de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se
pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que oyó
decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que
Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.
Un
personaje influyente.
En
Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de
bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de Mónica, San Ambrosio
también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su
gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un
cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y
corazón a las verdades de la fe católica.
La
conversión tan esperada.
En
el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y
en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.
Puede
morir tranquila.
Agustín,
ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en
África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había
conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su
hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al
mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las
alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada:
" ¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran
deseo, el verte cristiano." Poco después le invadió una fiebre, que en pocos
días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año
387.
A
lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares
más queridos y han conseguido conversiones admirables.
En
algunas pituras, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se
vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual,
despreciando adornos y vestimentas vanidosas). También la vemos con un bastón
de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han
pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan
deseado, la conversión definitiva de su
hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.