En
Portugal el trece de Junio es una gran fiesta, la fiesta de San Antonio de
Lisboa, conocido común mente como San Antonio de Padua. Este obrero milagroso
franciscano nació en Lisboa y había entrado a la vida religiosa como un Canon
Ragular de la Santa Cruz, residiendo primero en Lisboa y después en Coimbra
antes de dejar la orden Portuguesa para ingresar a la nueva orden de Hermanos
Menores y esperar por el martirio. Esta era, y es, la fiesta de los niños en
Portugal, de manera que los padres de Lucía naturalmente pensaron que las
festividades de la parroquia de Fátima distraerían a Lucia de su cita en Cova.
Sin embrago, no afectada por esta táctica Lucía y los Marto procedieron al
sitio de la aparición para cumplir con su cita al mediodía.
Cuando
ellos llegaron vieron que había una pequeña multitud esperándolos.
Después
de haber recitado el rosario con Jacinta y Francisco junto con las personas que
estaban presente, vimos otra vez, el reflejo de luz que se nos acercaba
(solíamos decir que eran rayos) y después, a Nuestra Señora en el roble como en
mayo.
"Por
favor dígame, Señora, ¿qué es lo que quiere de mí?"
Quiero que vengas aquí el
día trece del mes que viene. Quiero que continúes diciendo el Rosario todos los
días. Después de cada misterio, mis hijos, quiero que recen de esta manera.
"Oh mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del
infierno. Lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas
de tu Divina Misericordia". Quiero que aprendan a leer y escribir, y luego
les diré que más quiero de ustedes.
"¿Nos
llevarás al cielo?"
Sí, me llevaré a Jacinta y
a Francisco muy pronto, pero tú te quedarás un poco más, ya que Jesús desea que
tú me hagas conocer y amar en la tierra. El también desea que tú establezcas
devoción en el mundo entero a mi Inmaculado Corazón.
"¿Debo
permanecer en el mundo sola?"
No sola, hija mía, y no
debes estar triste. Yo estaré contigo siempre, y mi Inmaculado Corazón será tu
consuelo y el camino que te llevará hacia Dios.
En
el momento en el que ella dijo las últimas palabras, abriendo sus manos, Ellas
nos transmitió por segunda vez, el reflejo de esa luz intensa. En ella
sentíamos que estábamos sumergidos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar
en la parte de la luz que se elevaba hacia los Cielos, y yo en la parte que se
derramaba sobre la tierra. En frente de la palma de la mano derecha de Nuestra
Señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavársele. Entendimos
que era el Inmaculado Corazón de María ofrecido por los pecados de la
humanidad, deseando ansiosamente reparación.
La
aparición luego terminó como en la primera ocasión, con la Señora elevándose
hacia el este y desapareciendo en la "inmensidad de los cielos".
A
pesar del gozo de esos preciosos momentos el dolor de los niños continuó las
siguientes semanas, moderado por la creencia de muy pocos de los presentes en
Cova ese día. Ellos sabían que algo inusual había ocurrido – vieron los
"rayos", algunos percibieron un cierto oscurecimiento del sol, otros
una pequeña nube gris que iba y venía mientras ocurría la aparición y ellos
creyeron. Sin embrago, las dificultades con sus familia no cesaron,
especialmente con sus madres, quienes estaban verdaderamente alarmadas ya que
los eventos no sólo continuaban sino que más bien se expandían. A esto se le
añadió la ardua cautela del párroco, que sospechaba que después de todo esto
fuera a ser real pero de del demonio.