Señor tú alejas todo mal de mi Vida

San Marcos 3, 7-12 

"... Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran..."

PALABRA DEL SEÑOR.

No se puede ser seguidor de Jesús, o formar una comunidad cristiana si en medio no están los dolores y las alegrías de nuestro pueblo. Nuestras enfermedades, nuestros desvelos, tantas injusticias como se dan en nuestro mundo también son oportunidad para encontrarse con Jesús. ¿Será por ello que en las sociedades más ricas se ha perdido el sentido religioso y otras económicamente necesitadas tienen una experiencia de Dios increíblemente cercano y vivo? ¿Es la razón de que me olvide saberme ya salvado?

Se puede vivir sin pensar y sin conocer a Dios, incluso hablando de Él. La prueba está en las grandes diferencias de nuestra tierra y la terrible insolidaridad, y en los comportamientos que, lejos de transparentar la experiencia del amor, manifiestan egoísmos, recelos, deseos de sobresalir a cualquier precio.

En los momentos de desconsuelo, cuando sientas que no hay salida, todavía: Él vive. Existe ese Dios que buscaban aquellos y aquellas que se veían perdidos. Existe Aquel en quien todo está en sus manos. Existe y es capaz de destruir toda la maldad.
Y una conclusión final, como dijo un gran santo, "que no busque ser consolado, sino consolar, ser comprendido, sino comprender, ser amado, sino amar...", y que los gozos, esperanzas, tristezas y angustias de mis hermanos y hermanas sean los míos.

Señor voy a tu encuentro porque sé que tú derramas misericordia. Eres el terror de los demonios, por eso contigo no temo a nada ni a nadie y así enfrentaré este día con tu fortaleza para vencer al maligno que se me presenta en situaciones y personas.
Hoy no permitiré que nadie me quite mi alegría ni mi paz porque confío en ti Señor.

Que tengan un día lleno del amor y la misericordia del Señor, no se dejen vencer, no le teman a nada ni a nadie. Pongan confianza en Ustedes mismo porque allí está el Señor. Levántense de cualquier momento de depresión o desánimo. El Señor está aquí y desde su barca que es la iglesia nos fortalece.

Buena jornada.

Los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amen.

P. Jorge Domínguez S. C.