San Lucas 11, 37-41

“… Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entró, pues, y se puso a la mesa. El fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de voracidad  y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis y entonces todo será puro para vosotros…”

 

• En el evangelio de hoy sigue la relación tensa entre Jesús y las autoridades religiosas de aquel tiempo. A pesar de la relación tensa, había algo familiar entre Jesús y los fariseos. Convidado a comer en casa de ellos, Jesús acepta la invitación. Jesús no pierde ante ellos la libertad, ni los fariseos ante Jesús. Que Jesús acepta la invitación con una intención transformadora, liberadora: no sale de la casa del fariseo sin antes provocar un cambio de vida.

Vivir en libertad es un gran desafío, no estar condicionados ni por personas ni por situaciones. Si el hombre comprendiera que vivir en libertad es liberación soltaría muchas de sus cadenas sociales, familiares, sentimentales.

Jesús, el maestro, omite las normas de limpieza antes de comer. Es bueno recordar que entre los fariseos hay que cumplir por lo menos unas seiscientas normas o preceptos que hacen referencia a la pureza o impureza, entre ellas lavarse las manos antes de cada comida. El fariseo se admira.

Rito (del latín ritus) es un acto religioso o ceremonial repetido invariablemente, con arreglo a unas normas estrictas.

¿Hay ritos en mi vida?

La respuesta de Jesús ante la actitud del fariseo el anfitrión de la cena, es el binomio dentro-fuera, interior-exterior, acentuando la importancia del interior, que es de donde proceden  nuestras actitudes y comportamientos.

Cuántas cosas hay, hoy en día, para arreglar lo que está fuera, para embellecer, para “mostrar”.

• Lucas 11,37-38: Admiración del fariseo ante la libertad de Jesús. “Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entró, pues, y se puso a la mesa”. Jesús acepta la invitación de comer en casa del fariseo, pero no cambia su manera de actuar, pues se sienta sin antes lavarse las manos. Ni el fariseo muda de actitud ante Jesús, pues expresa su admiración por el hecho que Jesús no se lava las manos. En aquel tiempo, lavarse las manos antes de las comidas era una obligación religiosa, impuesta a la gente en nombre de la pureza, exigida por la ley de Dios. El fariseo se extrañó viendo que Jesús no observa esta norma religiosa. Y, a pesar de ser totalmente diferentes, el fariseo y Jesús tenían algo en común: la seriedad de vida. La forma de vivir de los fariseos era así: cada día dedicaban ocho horas al estudio y a la meditación de la ley de Dios, otras ochos horas al trabajo para poder dar de comer a la familia, y dedicaban otras ocho horas al descanso. Este testimonio serio de su vida les daba un gran sentido de liderazgo popular. Quizá era por esto que, a pesar de ser totalmente diferentes, los dos, Jesús y los fariseos, se entendían y se criticaban mutuamente, sin perder la posibilidad de diálogo.

• Lucas 11,39-41: La respuesta de Jesús. “¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de voracidad  y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis y entonces todo será puro para vosotros”. Los fariseos observaban la ley al pie de la letra. Miraban sólo la letra y, por esto, eran incapaces de percibir el espíritu de la ley, el objetivo que la observancia de la ley quería alcanzar en la vida de las personas. Por ejemplo, en la ley está escrito: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18). Y ellos comentaban: “Debemos amar al prójimo, pero sólo al prójimo, a los otros ¡no!” Y de allí nacía la discusión sobre la cuestión: “¿Quién es mi prójimo?” (Lc 10,29) El apóstol Pablo escribe en la segunda carta a los Corintios: La ley escrita da muerte, mientras que el Espíritu da vida” (2Cor 3,6). En el Sermón de la Montaña, Jesús crítica a los que observan la letra de la ley, pero que no acata el espíritu de la Ley (Mt 5,20). Para ser fiel a lo que Dios pide de nosotros no basta observar sólo la letra de la ley. Esto sería lo mismo que limpiar el vaso o el plato por fuera y dejar el interior lleno de suciedad: robo y maldad. No basta no matar, no robar, no cometer adulterio, no jurar. Sólo observa plenamente la ley de Dios aquel que, más allá de la letra, va hasta la raíz y arranca desde dentro de sí los deseos de “robo y de maldad” que pueden llevar al asesinato, al robo, al adulterio. La plenitud de la ley se realiza en la práctica del amor (cf. Mt 5,21-48).
 
- En este marco histórico se insertan las palabras de Jesús con las que, en primer lugar, intenta describir y censurar el fuerte contraste que existe entre la exagerada atención a lo que está «fuera del hombre» y el olvido imperdonable de lo que está «dentro del hombre».
Jesús nos invita a no seàrar lo que Dios ha unido: el interior y el exterior, el cuerpo y el corazón, la práctica y la intención.
 
La invitación a la limosna constituye un ejemplo concreto de cómo puede expresar el discípulo de Jesús, de una manera unitaria, una espiritualidad, la evangélica, que se sintetiza perfectamente en la ley de la caridad.
 
El fariseo preocupado por la norma legal, por el porte externo; Jesús "obsesionado" por lo que se "cuece" en el corazón y lo que conlleva.
 
Todo esto no es ninguna insignificancia, sino que afecta al NÚCLEO de la fe.
 
El fariseo cumplidor se sentía salvado por la observancia escrupulosa de las normas; él no necesita ningún salvador; él se autosalva. Todo su comprotamiento habla de ello, y todo su empeño es que así sea y que así lo perciba la gente de su entrono.
 
Jesús empeñado en profundizar esa "religion del corazón" que está necesitado de ser salvado para vivir y expresarse desde la fuerza salvadora del Dios.
 
- ¡Un enorme examen de conciencia es lo que nos sugiere este pasaje evangélico! Cuántas veces noa podemos "engañar" dejádonos atrapar de la obsesión por lo exterior, por las apariencias, podemos "engañar" dejándonos atrapar de la obsesión por lo exterior, por las apariencias, pero sin tener en cuenta nuestro interior, sin descubrir las "raíces" que pueden dañar todos nuestros frutos, toda nuestra vida.
 
Jesús nos invita a mirar "dentro".
 
¿Aceptas, hoy, su invitación?