¡¡¡Muerte aquí te espero!!!

Jesús dijo a sus discípulos: “Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!”.(Lucas 12,35-38).

No hay cosa más seguro en el mundo y en la vida de una persona que la muerte que llegará en algún momento.

¿Cómo nos posicionamos frente a este suceso?. Si quieren un ejemplo baste decir y preguntar a la gente si sabe que va a morir. Vean la cara de cada uno. Ya algunos se ponen incómodos en su silla.

Algunos dirán: “ vine aquí para que me digan que voy a morir”, ¿por qué no me quedé en mi casa?.

El solo hecho de pensar en estas cosas produce algo así como una incomodidad, o mejor dicho, y llamemos a las cosas por su nombre: produce MIEDO.

Las vestiduras deben estar ceñidas, esto es, listas para hacer algo importante y que además no nos estorbe para entrar en acción. Con las lámparas encendidas, en otras palabras, iluminados, lejos de las tinieblas de la ignorancia, lámparas provistas de suficiente aceite para que no se apague.

Acaso en nuestras vidas cuando esperamos a alguien, sin saber cuándo llegará, nos quedamos “petrificados” “sin hacer nada” o mejor dicho hacemos todo lo que está a nuestro alcance para que cuando la persona llegue podamos recibirla de la mejor manera posible.

“Estar preparados”, no ha de ser una actitud pasiva y expectante, pues esperar la venida del Señor implica estar de pie y caminando, poniendo la persona y el trabajo a disposición del Reino de Dios, convirtiéndonos en apóstoles de “24 horas”. Aunque es necesaria, y obligada en conciencia, la labor especial de servir a Dios, es fundamental hacer de todos y cada uno de los momentos que se viven en nuestro estado y condición de vida, un testimonio de calidad, de esfuerzo en la virtud, de alegría y de amor al Señor.

Jesús nos invita a hacer un uso correcto del tiempo. La lámpara encendida hace alusión a quien se prepara para velar en espera de alguien. No quiere decir un simple mantenerse despiertos. Se trata de la vigilancia del corazón que hay que tener durante nuestro combate en la tierra. Es estar alertas, puestos a la escucha y a la espera de Dios. Sólo la persona vigilante es capaz de perseverar en la fe. Esto no quiere decir estar pensando con ansiedad en el momento de nuestra muerte. Se trata de vivir tranquilos porque estamos preparados siempre. Es comportarse de tal manera que no tenemos de qué preocuparnos porque buscamos en todo momento cumplir con la voluntad de Dios. Es alimentar el estado de gracia, frecuentando los sacramentos. No basta luchar contra los pecados mortales, hay que llegar hasta las faltas más pequeñas. Es decir, el cristiano debe luchar sin pausa, usando las armas de la oración, del sacrificio y de la caridad. Para ello hace falta paciencia, generosidad y perseverancia, volver a levantarse cuantas veces sea necesario. Quiero que me encuentres despierto, Señor, y para ello sé que me pides formación constante en la fe, cultivando mi inteligencia, ejercitando la voluntad hasta en el mínimo detalle, y proyectando mi amor a Ti, llevando a cabo buenas y sanas relaciones humanas.

El alma que ha recibido la luz de Dios, es lámpara y alumbra a los demás. Entonces si nosotros estamos con suficiente claridad y vigilancia y enseñamos a los demás para que también lo estén.

Es así, como a nosotros nos corresponde tener esperanza en la venida del Señor. El puede venir de una manera universal o en nuestra última hora terrenal. El que se ha liberado de la maldad, y ha hecho las cosas bien, siempre lo esperará con alegría. Estemos siempre preparados a celebrar el regreso de nuestro Señor, vigilando la puerta, prontos a obedecer cuando venga llamando.


San Lucas ve en sus comunidades el peligro de dejar caer la tensión, la vigilancia, y no trabajar. Y,ociosos, esperar el final que creen próximo. Cuando se espera por largo tiempo y no ocurre nada, podemos fácilmente caer en la desilusión y rutina diarias.La parábola de los sirvientes, que esperan a su "señor", que regresa de la fiesta de bodas, es como una fuerte llamada a una genuina actitud de vigilancia constante. Cuanta más larga e incierta es la espera, tanto más es necesaria una vigilancia perseverante.

Pero si no hemos obrado bien, estaremos preocupados si nos tocan la puerta y si no tenemos nada bueno que mostrar, tal vez temeremos abrirla o nos demoraremos en hacerlo. Sin embargo, si estamos seguros de nuestras buenas obras, abriremos inmediatamente y con mucho amor, esto es, estaremos felices. Además, si estamos con las lámparas encendidas y con los ojos bien abiertos cuando el Señor venga, aún más felices, porque estaremos con la luz que rechaza las tinieblas de la desidia y la pereza, por eso estaremos atentos y vigilantes.

Entonces el Señor, nos hará sentarnos, esto es, nos dará el merecido descanso, por todo lo que hemos trabajado por el Reino en nuestra vida, y nos dará muchos beneficios y satisfacciones espirituales.

Porque el Señor, volverá, no conocemos ni el día ni la hora, pero sabemos con toda seguridad que ha de volver, triunfante y glorioso.

Pero quiso el Señor, por tanto, que nos fuese desconocida la última hora, para que no pudiendo preverla, estemos siempre preparándonos para ella.

«Ven muerte tan escondida, / que no te sienta venir, / porque el placer de morir, / no me vuelva a dar la vida».

Estos versos parecen propios de un loco, de un desesperado o de un acertijo macabro y sin embargo, pertenecen a una doctora de la Iglesia como es Santa Teresa de Jesús. Ella decía -tras sus arrebatos místicos- que quisiera pasarse la vida hablando sólo con Dios, sin los estorbos de las cosas terrenales. La muerte, para ella, era llegar a ese encuentro ininterrumpido con Aquél que es todo amor.

“Tu eres la madre que nos abre las puertas de la eternidad”. Así San Luis Guanella saludaba a la muerte. Como “madre” que engendra una vida infinitamente acogedora, afectuosa; vida que comienza y se perpetúa en el eterno abrazo de Dios vivo y misericordioso. Un“ir al Padre”, por lo tanto, un acontecimiento positivo y lleno de esperanza.

¿Qué podemos hacer para no seguir ocultando y apartando un hecho tan universal como la muerte y tan lleno de inevitables provocaciones? A los suyos, San Luis Guanella les aconseja que se familiaricen con el pensamiento de la muerte, que hablen libremente y a menudo de ella, por muy jóvenes y muy sanos que estén, que la perciban como compañera, amiga, guía, consejera de la propia vida. ¿El motivo? Porque el morir, en definitiva, forma parte del vivir. Y no sólo porque es el episodio último de la vida, sino mirándolo bien, porque está presente en cada instante. Basta mirar alrededor. Nada hay tan presente como la muerte. Con sólo mirar los límites que casi a diario asaltan nuestra salud física y mental, descubriremos hacia dónde nos conduce nuestra propia caducidad.

San Luis Guanella, al proponer este punto de vista, se basaba en una tradición antigua y fuertemente contrastada que, entre los siglos XIV y XVII, se había difundido a través de verdaderos tratados, con el título muy expresivo de “ars moriendi”, consejos sobre “el arte del bien morir”. Tuvo muchísimos seguidores, también entre los laicos, a los que pedía que no viesen la muerte como el guiño burlón de una enemiga, sino, como decía Franscisco de Asís, como el rostro amigo de una“hermana”, con la cual se puede convivir y por la cual se puede incluso bendecir al Señor: “Loado seas mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal”.

Así San Luis Guanella fundó la Pía Unión del Tránsito de San José por los agonizantes. Cruzada de oración para pedir por las personas que todos los días van a entregar su vida a Dios.

Todos los inscriptos en la pía Unión, en vida, rezan todos los días la siguiente oración.

OH, SAN JOSÉ, PADRE ADOPTIVO DE JESUCRISTO Y VERDADERO ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA, RUEGA POR NOSOTROS Y POR LOS AGONIZANTES DE ESTE DÍA (NOCHE).

Puedes asociarte a la cruzada mundial de oración por los agonizantes inscribiéndote en la Pía Unión, es decir tomando el compromiso de rezar todos los días esa oración (por lo menos una vez al día).

MUCHAS ALMAS PARTIRÁN DE ESTE MUNDO CON EL COSUELO DE LA ORACIÓN RECIBIENDO MUCHA PAZ.

Si quieres más información escribe a: sanluisguanella@gmail.com


Director de la Pía Unión

Emilio Castro 6351

C1408IGA Buenos Aires


1° ANIVERSARIO DE LA CANONIZACIÓN DE DON GUANELLA

¡¡¡SAN LUIS GUANELLA, RUEGA POR NOSOTROS!!!