Del Santo Evangelio según San Lucas 7, 11-17

En aquel tiempo iba Jesús de camino a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: Joven, a ti te digo: Levántate. El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo. Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.


El hijo de la viuda de Naím

En el evangelio que hoy meditamos el Señor muestra los signos mesiánicos, lo que él ha venido a hacer y lo que nosotros debemos comprender que el Señor realiza. Son signos de la llegada del Reino y de que no hay que esperar a ningún otro (“… Juan el Bautista nos envía a preguntarte: ¿eres tú el que ha de venir o debemos de esperar a otro? Lc 7,20 ss).

Cristo sale al encuentro del hombre:

Jesús sale al encuentro del hombre, va hacia el lugar donde hay dolor y vacío. Donde hay muerte y pérdida de esperanza.

Compasión de Cristo:

El corazón de Cristo es divino-humano: en él Dios y hombre se encontraron perfectamente, sin separación y sin confusión. Él es la imagen, más aún, la encarnación de Dios, que es amor, misericordia, ternura paterna y materna, del Dios que es Vida. (Benedicto XVI, 9 de marzo de 2008).

«Así les habló a los discípulos, expresando con la metáfora del sueño el punto de vista de Dios sobre la muerte física: Dios la considera precisamente como un sueño, del que se puede despertar.


Jesús demostró un poder absoluto sobre esta muerte: se ve cuando devuelve la vida al joven hijo de la viuda de Naím y más adelante (Lc 8,54 ss) a la niña de doce años. Precisamente de ella dijo: "La niña no ha muerto; está dormida", provocando la burla de los presentes. Pero, en verdad, es precisamente así: la muerte del cuerpo es un sueño del que Dios nos puede despertar en cualquier momento.

Este señorío sobre la muerte no impidió a Jesús experimentar una sincera compasión por el dolor de la separación. Al ver llorar a Marta y María y a cuantos habían acudido a consolarlas, también Jesús "se conmovió profundamente, se turbó" y, por último, "lloró". Un gesto muy humano de Jesús, como el dolor que experimentamos nosotros frente a una situación límite.

Lo que hace Jesús:

“Jesús actúa con prontitud y naturalidad, primero consolando: ‘no llores’, luego restableciendo la vida del muchacho, y en un sentido más amplio, reconstruyendo a la mujer el sentido de su vida: su único hijo. La presencia de Jesús y su palabra no solo es purificadora, sino que restituye la vida” .

Cristo al ver a la viuda que se le había muerto todo lo que tenía en el mundo, se compadece de ella.

Así vemos esa compasión de Jesús en la Iglesia Católica, fundada por Cristo, lo vemos todos los días. Este Evangelio es una prueba más del amor de Dios hacia nosotros, que es infinito. Tiene el arrojo y tesón del amor de padre y el candor y profundidad del amor de madre. Del Corazón de Cristo brota esa necesidad de consolar a la viuda y le vuelve a entregar a su hijo. Y así como Cristo entregó alegría a esta viuda, hoy día Cristo entrega a muchos padres angustiados su joven hijo que se fue de casa días atrás, ablanda los corazones de los esposos a punto de separarse, devuelve al esperanza a quien la ha perdido, la alegría, la fortaleza.

Dios sigue obrando milagros para que nosotros podamos ser felices en Él. Es imposible que a Dios le guste vernos tristes, porque nos ama. Pero si lo estamos... ¿acaso será porque no le hemos permitido a Cristo entrar en nuestras vidas? Pidamos hoy esta gracia a Cristo Eucaristía. Permitamos a Jesús hacer su obra no se lo impidamos con la desconfianza. Dejémosle entrar en nosotros.

El gesto de Jesús:

El Señor toca el féretro. Realiza un gesto, necesita que se experimente su presencia, la hace sentir. Toca lo que adentro contiene “muerte” y le da nueva vida.

El Señor toca lo que nosotros construimos y que muchas veces dentro no contiene nada, no tiene signos ni de vida ni de esperanza.

Dentro de esa caja de madera, que es nuestra vida, nuestra existencia, hay muerte. ¿Qué hay dentro de la caja de nuestra vida?. La que nosotros hemos construido.

Necesitamos dejar tocarnos por Dios para poder oír su palabra y su orden de autoridad, como en el evangelio de dios que nos dice ¡LEVÁNTATE!

Las palabras de Cristo:

Hoy Jesús ha llegado también a ti, igual que llegó a ese jóven. ¡Y quién le iba a decir a él que iba a resucitar para contarlo!. Seguramente no tienes ni idea de lo que Dios puede hacer o decir... pero Dios hoy se acerca a ti para decirte: -¡ Joven, a ti te digo, levántate!

Hay muchos "Levántate"... quizás estés paralizado por temores, tal vez caíste y no sabes cómo salir de ello, tal vez tu fe se está enfriando, o estás atado a vicios que no te quitas de encima, depositaste la fe no en Jesús sino en "adivinadores", en quienes pactaban con la muerte o el mismo mal. Puede que estés rebelde y peleas contra todo, o estás desganado espiritualmente. Tal vez el oido no te deje amar a alguien, o estes descuidado a Dios, afanado con tanto estudio o trabajo. Quién sabe, tal vez sean prejuicios, o miedo a testificar, quizás estas tan dañado por culpa de otros que estas paralizando, en el fondo del pozo... ¿Estás depresivo, demasiado preocupado, o sientes que estás enterrao en vida? ¿En qué áreas, Jesús, tiene que tocar tu féretro?...

Deja que Jesús te toque, y ¡Levántate y hbla!, (v. 15-16) porque el mundo necesita sentir que Dios ha visitado su pueblo, que Dios ha visitado su vida. Tus amigos tienen que sentir que Dios les ha visitado. Dios tiene que impactar el círculo por donde pasas... y no sólo con el evangelio, tu gente necesita que les declares cómo pueden ser levantados y liberados de sus prisiones. Declárales cómo has salido de esas situaciones. Pero claro, yo te pregunto: ¿En qué estado estás tú?

Las palabras que se dirigen a la Iglesia de Sardes en el libro del Apocalisis se dirigen también a nosotros, a nuestra vida Apoc. 3, 1-3 "...Conozco tus obras: aparentemente vives, pero en realidad estas muerto. Permanece alerta y reanima lo que todavía puedes rescatar de la muerte, porque veo que tu conducta no es perfecta.. Recuerda cómo has recibido y escuchado la Palabra, consérvala fielmente y arrepiéntete. Porque sino vigilas, llegaré como un ladrón y no sabrás a qué hora te sorprenderé..."

La Iglesia de Sardes era una Iglesia moribunda, activa, pero sin vida. Vivía de forma rutinaria y fría.
Arrastraba cierta crsis de identidad, y al haber adoptado una conducta Light vivía un cristianismo inosfensivo y tranquilo, bueno tan silencioso como lo es un muerto. No desbordeba mucha vida espiritual, simplemente se guiaban por ellos mismos y claro, siempre que estos sucede, el Espíritu Santo, que es quien se ocupa de hacer en nosotros esa tarea, permanece anulado, caballo, y sujeto. A veces vivimos así.

Dios conoce las obras, conoce el hacer, el corazón, el estado en que se está.

Jesús vino para decirte: -"Joven, a ti te digo, levántate!"... (Lucas 7, 14).

Sería demasiado necedad si aquel joven hubiera preferido quedarse en la caja. Él no lo hizo,

Aquí está la opción. ¿Tú que Harás frente a la invitación de Jesús hoy?

¡¡¡Levántate y habla!!! Él no va a dejarte así, Él siempre que mira el corazón quiere restaurarlo y dejas huella de Su presencia.

Pasa de estar muerto a ser el reportero de tu propia experiencia con Dios. Cuéntales a todos lo que Dios ha hecho, hoy, contigo.

Está escrito que puedes levantarte en el nombre de Jesús, decidirlo es cosa tuya. Amén y Amén.

Diálogo con Cristo: Señor, sé, como decía San Agustín, que las afliccines y tribulaciones que a veces sufrimos nos sirven de advertencia y corrección, y que si tuviera la fe debida, no temería a anda ni a nidie, porque todo pasa para nuestro bien, si sabemos poner todo en tus manos. Pero bien conoces mi debilidad, mi necesidad de sentir tu consuelo y tu presencia, ven a mi corazón, que quiere resucitar contigo, para poder experimentar el amor de Dios. Amén.