San Juan 15, 26-16,4
"... A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y después también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto para que no se tambalee vuestra fe. Seréis expulsados de las sinagogas; aún más, llega la hora en que todo el que os dé muerte pensará que hace un servicio a Dios. Y esto os lo harán porque no han conocido a mi Padre ni a mí. Pero os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora os acordéis de que ya os las había anunciado....”
Palabra del Señor
Este párrafo forma parte de la despedida de Jesús, de sus últimas y saludables recomendaciones, de la revelación de sus intimidades: revelación del misterio trinitario y de su providencia sobre nosotros. Cuando Jesús vuelva al Padre será el Espíritu quien anime a la Iglesia, a nuestra comunidad creyente
-El Espíritu de verdad que procede del Padre, dará "testimonio" ("martyresei") de mí. "Espíritu de verdad es otro título que Jesús da al Espíritu. La verdad libera, la verdad es la única fuerza capaz de contrarrestarle el mal. Ser, cada vez más, un hambriento de la verdad, para ser, cada vez más, un testigo ("martyr" en griego) de la verdad.
-Os echarán de las sinagogas... os matarán... En boca de Jesús, la misión de testigos asignada a los Apóstoles es misión de mártires. Se lo advierte para que no se extrañen; sufrirán persecuciones y hasta los matarán. ¿Quién? Los que no han conocido al Padre ni a Cristo. Los que no han querido conocerlos; los que no han reconocido en ellos a Dios, al Señor y no se han sometido a su Plan, a su llamada, a sus exigencias, porque hubieran tenido que renunciar a otros intereses y acabar con muchas situaciones establecidas. La persecución se convierte así el destino de la Iglesia y en un signo de su fidelidad a Jesucristo. "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones" (2 Tm 3,12). Pero con el Espíritu Santo nada pueden temer. Pasan los perseguidores, y Cristo permanece ayer, hoy y siempre.
“Hoy, el Evangelio es casi tan actual como en los años finales del evangelista san Juan. Ser cristiano entonces no estaba de moda (más bien era bastante peligroso), como tampoco no lo está ahora. Si alguno quiere ser bien considerado por nuestra sociedad, mejor que no sea cristiano —porque en muchas cosas— tal como los primeros cristianos judíos, le «expulsarán de las sinagogas» (Jn 16,2).
Sabemos que ser cristiano es vivir a contracorriente: lo ha sido siempre. Incluso en épocas en que “todo el mundo” era cristiano: los que querían serlo de verdad no eran demasiado bien vistos por algunos. El cristiano es, si vive según Jesucristo, un testimonio de lo que Cristo tenía previsto para todos los hombres; es un testigo de que es posible imitar a Jesucristo y vivir con toda dignidad como hombre. Esto no gustará a muchos, como Jesús mismo no gustó a muchos y fue llevado a la muerte. Los motivos del rechazo serán variados, pero hemos de tener presente que en ocasiones nuestro testimonio será tomado como una acusación.
Una lucha que es para todos, porque no hemos de vencer con nuestras fuerzas. El Espíritu Santo lucha con nosotros. Es Él quien nos da las fuerzas. Es Él, el Protector, quien nos libra de los peligros. Con Él al lado nada hemos de temer.
El encargo fundamental para los cristianos es que den testimonio de Jesús. El día de la Ascensión les dijo: «seréis mis testigos en Jerusalén y en Samaría y en toda la tierra, hasta el fin del mundo». Pero hay un factor muy importante para que esto sea posible: para esa hora del mal y del odio, les promete la fuerza de su Espíritu, que van a necesitar para poder dar ese testimonio. Al Espíritu -de quien desde ahora hasta Pentecostés las lecturas van a hablar con más frecuencia- le llama«Paráclito», palabra griega («para-cletos»), que significa defensor, abogado (la palabra latina que mejor traduce el «para-cletos» griego es «ad-vocatus»). Le llama también «Espíritu de la Verdad», que va a dar testimonio de Jesús. Con la ayuda de ese Abogado sí que podrán dar también ellos testimonio en este mundo.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber dejarnos conducir por el Espíritu de Dios, de tal forma que no sólo escuchemos la Palabra de Dios, sino que la pongamos en práctica; más aún, que el Espíritu de Dios nos haga ser una auténtica encarnación del Evangelio para que, como Iglesia, seamos la Buena Noticia del amor que Dios sigue proclamando en nuestro tiempo para todos los pueblos. Amén.
Tengan un día lleno de la fuerza del Espíritu Santo, no teman a nada ni a nadie porque son Testigos del amor de Dios y el Espíritu está en ustedes.
Bendiciones.
P. Jorge Domínguez S. C.