San Juan 1, 29-34
Juan el Bautista da testimonio de Jesús y lo presenta ante el pueblo de Israel como Aquel que es el Cordero de Dios que ha venido a quitar el pecado del mundo. Juan revela de este modo Su identidad y misión. Al señalar al Señor Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo trae a la memoria aquel macho cabrío que luego de ser “cargado” con los pecados de Israel debía ser enviado a morir al desierto, expiando de ese modo los pecados del pueblo (ver Lev 16, 21-22). También hace referencia a los corderos que eran continuamente ofrecidos como expiación por los pecados cometidos por los israelitas contra la Ley de Dios (ver Lev 4, 27ss).
No dudemos de que, cuando Juan dijo «he ahí el Cordero de Dios», todos entendieron qué quería decir, ya que el “cordero” es una metáfora de carácter mesiánico que habían usado los profetas, principalmente Isaías, y que era bien conocida por todos los buenos israelitas.
El pecado es una realidad extendida en el mundo. Si analizamos nuestro alrededor descubriremos actitudes, experiencias que dañan el orden de la creación: la injusticia, el odio, la violencia, desgarran el corazón del hombre y se destruye la armonía, la fraternidad y la paz. El pecado del mundo es el triunfo de la mentira, de la falta de sinceridad y de transparencia. El pecado está presente hoy, en nosotros y entre nosotros, en las estructuras económicas, sociales, políticas, culturales, familiares.
No podremos cambiar y mejorar las estructuras si, previamente, no hacemos un esfuerzo de conversión personal, de responsabilidad y compromiso firme y duradero que nos lleve a un profundo cambio interior.
Para superar estas experiencias amargas el Señor nos viene a liberar instaurando su Reino de amor y derramando su sangre para la liberación de nuestros pecados. Sus señas de identidad, el Cordero liberador es transformar nuestro egoísmo, intereses personales y todas nuestras deficiencias en una cultura y exigencia del amor
Para dejar que este cordero de Dios quite el pecado del mundo necesitamos tener la experiencia fuerte de Dios en nuestras vidas. Para que esa "sangre del cordero" libere nuestras vidas debemos ir hasta las raíces mismas de lo que produce el mal en nosotros o aquello que nos tiene atados, agobiados.
Dios allí hará el trabajo del arqueólogo que cuando encuentra una pieza trabaja con gran cuidado, paciencia y delicadeza que sin romper la pieza puede sacar las capas superiores que se han ido asentando casi fundiendo con la pieza arqueológica a lo largo de los siglos al punto de desdibujar su verdadera forma.
El pecado lo que produce en el hombre es "desdibujarlo" ya no sabe quién es y por eso desde el principio sintió miedo y se ocultó.
Necesitamos dejar que la sangre de ese cordero nos limpie interiormente y para eso necesitamos encontrarnos con nosotros mismos. Sacar de nosotros para cargar sobre ese cordero que es Cristo. Hay que sacar.
Señor hoy quiero dejar que entres en mi vida, quiero sacar todo lo que está allí para que definitivamente liberes mi vida.
Que la sangre de ese Cordero que quita el pecado del mundo me libere ahora y siempre de mis cargas. Amén.
QUE ESTE DOMINGO SEA DE GRAN LIBERACIÓN PARA TODOS.
LOS BENDIGO EN EL SEÑOR JESÚS.
P. Jorge Domínguez S. C.