El Bautismo del Señor

El Bautismo del Señor inaugura el anuncio del Reino del Padre y constata que Jesús inicia la nueva creación. El Señor aparece ante nuestros ojos, finalmente, como nuevo Moisés que, rescatado de las aguas, inició el proceso que culminaría con la ruptura de las cadenas de esclavitud que ataban de pies y manos a sus hermanos.

Dos consideraciones:

"Vio que los cielos se rasgaban": no es una especie de revelación reservada a Jesús. Los cielos, literalmente, "se rasgan" oyendo la invocación de Isaías: "Si tú rasgaras los cielos y descendieras" (Is 63, 19b). Se abre así una fase del todo nueva en la comunicación entre Dios y los hombres, después de un tiempo de separación: esta nueva relación se confirma y llega a ser definitiva con la muerte redentora de Cristo, en cuyo momento "se rasgó" el velo del Templo (cfr Mc 15,38) como si una mano del cielo la hubiese golpeado. Por lo demás, la Pascua de muerte y resurrección es el "bautismo deseado" de Jesús.(cfr Lc 12,50).

"Una voz que venía de los cielos": con la llegada de Jesús se ha restablecido la comunicación entre Dios y el hombre. Aquí no se trata de la que los rabinos llamaban "hija de la voz", substitución incompleta de la palabra profética, sino de una comunicación directa entre el Padre y el Hijo.
Finalmente, nosotros confesamos que Dios nos hizo sus hijos en la fuente bautismal. Esta es nuestra fe: Cristo, que asumió nuestra carne y sangre, santifica las aguas comunicándoles fuerza redentora que se nos transmite en el bautismo. La acción salvífica de Dios actúa en su Hijo predilecto, Jesús, que sintetiza todo: el Espíritu, el agua y la sangre. Jesús como Dios que es, habiendo iniciado las cosas en las aguas primordiales, las restaura en las aguas bautismales.

La Iglesia celebra como Epifanía (Manifestación) tres momentos:

Su Epifanía ante los Reyes magos (San Mateo 2, 1-12)
Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán (San Mateo 3, 13-17)
Su Epifanía a los discípulos y comienzo de su vida pública con el milagro en Caná. (San Juan 2, 1-11)

El bautismo es el momento de la manifestación de Dios en nuestras vidas.

Dios no amó y llamó desde el seno materno.

Fuimos elegidos por Dios.

Padre en el bautismo de Tu Hijo te manifestaste, te acercaste desde ese momento a nuestras vidas.
Allí nos dices que nos amaste desde siempre. Por eso hoy te pido que sanes todas las heridas desde mi nacimiento especialmente las faltas de amor. El no haber sigo engendrado con amor, el haber sido abandonado.
Hoy sano todo recuerdo negativo desde ese nacimiento porque es tu amor el que me engendró y por eso en esa elección me mantienes con vida hasta el día de hoy.
Me siento amado por ti por más que los hombres no me hayan amado, más aún me hayan abandonado.
Hoy quiero sentir tu amor Señor. Amén.

Que sientan en este día el gran amor de Dios.

Bendiciones.
P. Jorge Domínguez S. C.