Su Festividad: 8 de Mayo |
Hacia
el año 1630, un cierto portugués, de nombre Antonio Faría de Sá, hacendado de
Sumampa, jurisdicción de Córdoba del Tucumán, pidió a un amigo suyo, Juan
Andrea, marino, que le trajese del Brasil una imagen de la Concepción de María Santísima con el propósito de venerarla en la Capilla que estaba fabricando en
su estancia. Juan Andrea cumplió el encargo y le trajo no una, sino dos
imágenes de Nuestra Señora, que llegaron al puerto de Buenos Aires. Una, según
el pedido, era de la Purísima Concepción; la otra, del título de la Madre de
Dios con el niño Jesús dormido entre los brazos.
Desde
luego entendieron los arrieros tal disposición del Cielo de que la imagen de la
Virgen encerrada en tal cajón debía quedarse en aquel paraje y así siguieron
con la otra a su destino.
Ambas
imágenes fueron colocadas en dos cajoncillos y subidas a una carreta. Al llegar
a las orillas del Río Luján, en la estancia de Rosendo, los troperos se
detuvieron allí para pasar la noche. Al día siguiente, una clara mañana de
Mayo, queriendo proseguir el camino no pudieron mover la carreta. Admirados de
la novedad pasaron a individualizar la causa y declaró el conductor del convoy:
“Aquí vienen dos cajones con dos bultos de la Virgen, que traigo recomendados
para una capilla de Sumampa”. Cuando abrieron el cajón, hallaron una bella
imagen de Nuestra Señora de la Concepción, de media vara de alto y con las manos juntas ante el pecho. Luego
de venerar la Santa Imagen la llevaron en procesión a la casa de Rosendo y sus
dueños le levantaron un humilde altar. Fue entonces cuando un joven negro
llamado Manuel- dijo: “Sáquese de la carreta uno de los cajones y observemos si
camina”. Así se hizo, pero en vano. “Truéquense los cajones”, replicó él mismo.
Entonces ocurrió que al cambiar los cajones y al tirar los bueyes la carreta se
movió sin dificultad.
La Ermita
La
Imagen de Nuestra Señora estuvo por algún tiempo guardada y venerada en la
pequeña habitación de la casa de campo de los Rosendo, adornada ahí con todo el
decoro y respeto posible. Pero muy pronto los dueños de la estancia quisieron
levantar a la milagrosa Imagen una Capilla que estaría lista hacia mediados de
1633. Fue abierta a los numerosos peregrinos que allí acudían, atraídos por las
gracias que la Virgen Santísima dispensaba a sus devotos.
Su
construcción sería muy rústica y no pasaría de un modesto rancho, con paredes
de barro, techo de paja y piso natural de tierra y por todo lujo un revoque de
blanqueo; y el pequeño altar tendría una sencillez primitiva y un poco arriba
del mismo estaría colocada la Santa Imagen. La Capilla o Ermita de los Rosendo no
tendría más de cinco varas de largo por tres de ancho.
La Construcción de la Basílica
El
25 de mayo de 1889, el P. Jorge María Salvaire tomaba posesión como Párroco de
Luján y Capellán de la Virgen. Después de vencer muchas dificultades, el 4 de
mayo de 1890, trazados ya los planos y elegido el estilo gótico, dieron
comienzo las obras de la actual Basílica.
La
aprobación alentadora del Arzobispo, que asumió toda la responsabilidad, lo
orientaba a no gastar en la construcción, más de lo que entrara. El entusiasmo
creado, propalado por la revista -La Perla del Plata-, que había sido fundada
el 6 de enero de ese mismo año, fue tal que, sin aportes estatales, con la sola
contribución de los fieles, los cimientos se hundieron en la tierra y los
nuevos muros empezaron a aflorar y crecer.
Planos,
dependencias varias -hornos de ladrillos, herrerías, taller de piedras, carpintería,
etc. Todo fue previsto y montado.
Cuando
la Comisión objetó los planos por lo grandioso de la construcción, dijo el
Arzobispo Aneiros. La Virgen quiere este templo. Y el Pueblo argentino, cuando
sabe de qué se trata, es muy generoso.
Sabiendo
que se trata de elevar a su Madre del Cielo una iglesia digna de Ella, se
mostrará generoso. Tres años después, en 1897, León XIII creó el Obispado de La
Plata -Monseñores Espinosa y Terrero- continuaron estimulando la colosal
empresa. En 1904, en un marco de fervorosa solemnidad, la Sagrada Imagen de
Luján fue trasladada desde el Santuario de Lezica al nuevo Camarín. En 1910,
Mons. Terrero bendijo solemnemente las naves de la Basílica, habilitándolas
para las celebraciones culturales mientras se continuaba la construcción del
resto. El grandioso órgano de la Basílica, construido en la casa Cavaillé-Coll
de París, de 49 registros reales, fue inaugurado a mediados de 1911.