Durante
la noche del 12 al 13 de octubre había llovido toda la noche, empapando el
suelo y a los miles de peregrinos que viajaban a Fátima de todas partes. A pie,
por carro y carrozas venían, entrando a la zona de Cova por el camino de Fátima
– Leiria, que hoy en día todavía pasa frente a la gran plaza de la Basílica. De
ahí bajaban hacia el lugar de las apariciones. Hoy en día en el sitio está la
capillita moderna de vidrio, encerrando la primera que se construyó y la
estatua de Nuestra Señora del Rosario de Fátima donde estaba el encino.
En
cuanto a los niños, lograron llegar a Cova entre las adulaciones y el
escepticismo que los había perseguido desde mayo. Cuando llegaron encontraron
críticos que los cuestionaban su veracidad y la puntualidad de la Señora, quien
había prometido llegar al medio día. Ya habían pasado las doce según la hora
oficial del país. Sin embargo cuando el sol había llegado a su apogeo la Señora
se apareció como había dicho.
"¿Qué
quieres de mí?"
Quiero que se construya una
capilla aquí en mi honor. Quiero que continúen diciendo el Rosario todos los
días. La guerra pronto terminará, y los soldados regresarán a sus hogares.
"Si,
Si"
"¿Me
dirás tu nombre?"
Yo soy la Señora del
Rosario
"Tengo
muchas peticiones de muchas personas. ¿Se las concederás?"
Algunas serán concedidas, y
otras las debo negar. Las personas deben rehacer sus vidas y pedir perdón por
sus pecados. ¡No deben de ofender más a nuestro Señor, ya es ofendido
demasiado!
"¿Y
eso es todo lo que tienes que pedir?"
No hay nada más.
Mientras
la Señora del Rosario se eleva hacia el este ella tornó las palmas de sus manos
hacia el cielo oscuro. Aunque la lluvia había cedido, nubes oscuras continuaban
a oscurecer el sol, que de repente se escapa entre ellos y se ve como un suave
disco de plata.
"¡Miren
el sol!"
En
este momento dos distintas apariciones pudieron ser vistas, el fenómeno del sol
presenciado por los 70,000 espectadores y aquella que fue vista sólo por los
niños. Lucía describe esta aparición en su diario.
Después
que la Virgen se desapareció en la inmensa distancia del filmamento, vimos San
José y al Niño Jesús que parecían estar bendiciendo el mundo, ya que hacían la
señal de la cruz con sus manos. Un poco después cuando esta aparición terminó
vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, me parece que era lo Dolorosa. Nuestro
Señor parecía bendecir al mundo al igual que lo había hecho San José. Esta
aparición también desapareció y vi a Nuestra Señora una vez más, parecida a
nuestra Señora del Carmen (Sólo Lucia vio la última aparición, anticipando su
entrada al Carmelo unos años después.
Estas
serían las últimas apariciones en Fátima para Jacinta y Francisco. Sin embargo
a Lucía nuestra Señora se la apareció una séptima vez en 1920, como lo había
prometido la Señora el mes de mayo. Esta vez Lucía estaba en oración en la
Cova, antes de dejar Fátima para ir a un internado de niñas. La Señora vino
para alentarla a que se dedicara enteramente a Dios.
Mientras
los niños veían las diversas apariciones de Jesús, María y San José, la
multitud presenció un prodigio diferente, el ahora conocido como el famoso
milagro del sol. Entre los testigos estaban los siguientes:
O Seculo (un periódico de
Lisboa por gobierno y anticlerical.
Desde
el camino, donde estaban estacionados los vehículos donde cientos de personas
se habían quedado ya que no querían vencer el lodo, uno podía ver la gran
multitud volverse hacia el sol, que parecía sin nubes y estaba en su apogeo.
Parecía una placa de pura plata y se podía mirar fijamente sin incomodar. Pudo
haber sido un eclipse que sucedía en ese momento. Pero en ese mismo momento se
produjo un gran grito, y uno podía escuchar a los espectadores más cercanos
gritas: ¡un milagro! ¡un milagro!
Ante
el asombro reflejado en los ojos de los espectadores, cuya semblanza era
bíblica ya que todos tenían la cabeza descubierta, y que buscaban ansiosamente
algo en el cielo, el sol temblaba, hizo ciertos movimientos repentinos fuera de
las layes cósmicas – el sol "danzaba" de acuerdo a las expresiones
típicas de la gente.
Había
un viejecito parado en las escaleras de un ómnibus con su rostro volteado hacía
el sol que recitaba el credo en alta voz. Pregunté quién era y me dijeron que
era el señor Joao da Cunha Vasconcelos. Lo vi después dirigiéndose a los que
estaban a su alrededor con sus sombreros puestos y les imploró vehementemente
que se descubrieran sus cabezas ante tan extraordinario milagro.
La
gente se preguntaban los unos a los otros lo que habían visto. La gran mayoría
admitió ver el sol danzando y temblando, otros afirmaban que habían visto el
rostro de la Virgen Santísima. Otros juraron que vieron el sol girar como una
rueda que se acercaba a la tierra como si fuera a quemarla con sus rayos.
Algunos dijeron haber visto cambios de colores sucesivamente.
O Dia (otro diario de
Lisboa, edición 17 de octubre de 1917)
"A
la una en punto de la tarde, mediodía solar, la lluvia cesó, el cielo de color
gris nacarado iluminaba la vasta región árida con una extraña luz. El sol tenía
como un velo de gasa transparente que hacía fácil el mirarlo fijamente. El tono
grisáceo madre perla que se tornó en una lámina de plata que se rompió cuando
las nubes se abrían y el sol de plata envuelto en el mismo velo de luz gris, se
vio girar y moverse en el círculo de las nubes abiertas. De todas las bocas se
escuchó un gemido y las personas cayeron de rodillas sobre el suelo fangoso…
La
luz se tornó en un azul precioso, como si atravesara el vitral de una catedral
y esparció sus rayos sobre las personas que estaban de rodillas con los brazos
extendidos. El azul desapareció lentamente y luego la luz pareció traspasar un
cristal amarillo. La luz amarilla tiñó los pañuelos blancos, las faldas oscuras
de las mujeres. Lo mismo sucedió en los árboles, las piedras y en la sierra. La
gente lloraba y oraba con la cabeza descubierta ante la presencia del milagro
que habían esperado. Los segundos parecían como horas, así de intensos eran.
Ti Marto (padre de Jacinta
y Francisco)
Podíamos
mirar con facilidad el sol, que por alguna razón no nos cegaba. Parecía titilar
primero en un sentido y luego en otro. Sus rayos se esparcían en muchas
direcciones y pintaban todas las cosas en diferentes colores, los árboles, la
gente el aire y la tierra. Pero lo más extraordinario para mí era que el sol no
lastimaba nuestros ojos. Todo estaba tranquilo y en silencio y todos miraban
hacia arriba. De pronto pareció que el sol dejó de girar. Luego comenzó a
moverse y a danzar en el cielo, hasta que parecía desprenderse de su lugar y
caer sobre nosotros. Fue un momento terrible.
María Capelinha (una de las
primeras creyentes)
El
transformó todo de diferentes colores – amarillo, azul y blanco, entonces se
sacudió y tembló, parecía una rueda de fuego que caía sobre la gente. Empezaron
a gritar "¡nos va a matar a todos!", otros clamaron a nuestro Señor
para que los salvara, ellos recitaban el acto de contrición. Una mujer comenzó
a confesar sus pecados en voz alta, diciendo que había hecho esto y aquello….
Cuando
al fin el sol dejó de saltar y de moverse todos respiramos aliviados. Aun
estabamos vivos, y el milagro predicho por los niños fue visto por todos.
Yo
estaba mirando hacia el lugar de las apariciones, esperando serena y fríamente
que algo sucediera, y con una curiosidad en descenso por qué había pasado mucho
tiempo sin que sucediera nada que me llamara la atención, entonces escuche
miles de voces gritar y vi que la multitud de pronto se voltio, hacia el lado
contrario, sus espaldas en contra del sitio donde yo tenía dirigida mi atención
y miré al cielo del lado opuesto.
La
hora legal era cerca de las 2 de la tarde, alrededor del mediodía solar. EL sol
unos momentos antes había aparecido entre unas nubes, las cuales lo ocultaban y
brillaba clara e intensamente. Yo me volví hacia el magneto que parecía atraer
todas las miradas y lo vi como un disco con un aro claramente marcado, luminoso
y resplandeciente, pero que no hacía daño a los ojos. No estoy de acuerdo con
la comparación que escuchado han hecho en Fátima y la de un pesado disco
plateado. Era un color más claro rico y resplandeciente que tenía algo del
brillo de una perla. No se parecía en nada a la luna en una noche clara porque
al uno verlo y sentirlo parecía un cuerpo vivo. No era una esfera como la luna
ni tenía el mismo color o matiz. Perecía como una rueda de cristal hacha de la
madre de todas las perlas. No se podía confundir con el sol visto a través de
la neblina (por qué no había neblina en ese momento), porque no era opaca,
difusa ni cubierta con un velo. En Fátima daba luz y calor y aparentaba un
claro cofre con un arco bien difundido.