Primeros
Años
Su Festividad: 28 de Abril |
San
Luis nació en Montfort, Francia el 31 de enero de 1673 de una familia muy
numerosa, el siendo el mayor de 18 hermanos. Uno de ellos murió en su infancia,
3 fueron sacerdotes y 3 religiosas. San Luis sobresalía entre sus amigos por su
habilidad y su extraordinaria fortaleza física. De carácter era más bien tímido
y prefería la soledad.
Desde
joven, San Luis tenía una gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen María.
Frecuentemente lo encontraban rezando por largo rato frente a una imagen de la
Virgen. Cuando tenía suficiente edad, pidió permiso para asistir en la misa de
la parroquia en las mañanas. Como la Iglesia le quedaba a dos millas de su
casa, tenía que levantarse muy temprano para llegar a tiempo. Mientras estudiaba con los jesuitas en Rennes
siempre visitaba la iglesia antes y después de las clases. Participó en una sociedad de jóvenes que
durante las vacaciones servían a los pobres y los enfermos incurables. Les leían libros inspirados durante las
comidas.
Pero
no todo en su juventud era de color de rosas. Su padre, Jean Grignion, tenía la
fama de ser uno de los hombres más coléricos en toda la región de Rennes. Y
como Luis era el hijo mayor, era quien sentía más el peso de la furia. Su papá
constantemente lo incitaba a la ira. Ya por sí mismo Luis tenía un temperamento
tan fuerte como el de su papá, lo cual le hacía aún más difícil soportar
aquellas pruebas... Para evitar un enfrentamiento con su papá, y el mal que su
ira podría traer, Luis salía corriendo. Así evitaba la ocasión de pecado. Era
todo lo que Luis podía hacer para controlar su temperamento. En vez de
empeorar, a través de estas demostraciones de ira de su papá, Luis aprendió a
morirse a sí mismo y pudo aprender a ser paciente, dulce y crecer en virtud. Su
papá, sin quererlo le proporcionó un medio para entrar en la lucha por la
santidad a una temprana edad.
Un
toque de Gracia lo lleva al Sacerdocio
Entre
los 16 y 18 años, San Luis tuvo una experiencia de Dios que marcó su vida para
siempre. Ante este encuentro personal e íntimo con Dios, la vida de Luis cambió
radicalmente. Se entregaba totalmente a la oración y a la penitencia,
encontrando su delicia tan solo en Dios. San Luis aprendió rápidamente que lo
que verdaderamente valía no eran los grandes acontecimientos en este mundo: el
dinero, la fama, etc. Sino que el verdadero valor ante Dios estaba en la
transformación interior.
Escribe San Luis: "Esta es la forma en
que actúan las almas predilectas. Se mantienen dentro de su casa.... o sea,
mantienen sus mentes en las verdades espirituales (y no en las de la tierra). Se aplican a la oración
mental, siguiendo el ejemplo de María, su madre, cuya mayor gloria durante su
vida era su vida interior y quien amaba tanto la oración mental. Estas almas
observan como tantos trabajan y gastan grandes energías e inteligencia para
ganar éxitos y reconocimiento en la tierra. Por la luz del Espíritu Santo,
saben que hay más gloria y más gozo, permaneciendo escondidos en Cristo y en
perfecta sumisión a María, que en hacer grandes cosas o grandes milagros."
En
1693, a los 20 años, siente el llamado de consagrar su vida a Dios a través del
Sacerdocio. La primera reacción de su padre no era favorable, pero cuando su
papá vio la determinación de su hijo, le dio su bendición. Y así, a finales de
ese año, San Luis sale de su casa hacia París.
El
Seminario
Renunciando
a la comodidad de su caballo, San Luis se decidió caminar los 300 kilómetros
hacia el seminario en París. Durante su camino, se encuentra con dos pobres en
distintos momentos. Al primero le da todo el dinero que su padre le había
entregado, quedándose con nada. Al segundo, no teniendo ya más dinero que
darle, le entrega su único traje, regalo de su mama, cambiándolo por los trapos
del pobre. De esta manera, San Luis marca lo que ha de ser su vida desde ese
momento en adelante. Ya no se limitará a servir a los pobres, pues es ya uno de
ellos. Hace entonces un voto de vivir de limosnas.
En
aquella época había seminarios separados para ricos y pobres. Cuando llega San
Luis al seminario, viéndolo en tan miserable condición, los superiores lo
mandan al seminario de los pobres. Así se privó de las ventajas ofrecida en el
mejor seminario. En el seminario, San Luis fue bibliotecario y velador de
muertos, dos oficios que eran poco queridos por los demás. Más en el plan
providente de Dios le proporcionaron oportunidades de mucha gracia y
crecimiento.
Por
su oficio de bibliotecario, San Luis pudo leer muchos libros, sobre todo,
libros de la Virgen María. Todos los libros que encontraba de ella, los leía y
estudiaba con gran celo. Este período llegó a ser para él, la fundación de toda
su espiritualidad Mariana.
El
oficio de velar a los muertos fue también de gran provecho. Era su
responsabilidad pasar toda la noche junto con algún muerto. Ante la realidad de
la muerte que estaba constantemente ante sus ojos, San Luis aprendió a
despreciar todo lo de este mundo como vano y temporal. Esto lo llevó a atesorar
tesoros en el cielo y no en la tierra. El llegó a reconocer que nada se debe
esperar de los que es de este mundo más todo de Dios.
Su
tiempo en el seminario estuvo lleno de grandes pruebas. San Luis era poco
comprendido por los demás. No sabían cómo lidiar con él, si como un santo o un
fanático. Sus superiores, pensando que toda su vida estaba movida más bien por
el orgullo que por el celo de Dios, lo mortificaban día y noche. Lo humillaban
y lo insultaban en frente de todos. Sus compañeros en el seminario, viendo la
actitud de los superiores, también lo maltrataban mucho. Se reían de él, lo
rechazaban muy a menudo. Y todo esto San Luis lo recibió con gran paciencia y
docilidad. Es más, lo miraba todo como un gran regalo de Cristo quién le había
dado a participar de Su Cruz.
Sacerdote
El
5 de junio de 1700, San Luis, de 27 años,
fue ordenado sacerdote. Escogió como lema de su vida sacerdotal:
"ser esclavo de María". Enseguida empezaron a surgir grandes cruces
en su vida. Pero no se detenía a pensar en sí mismo sino que su gran sueño era
llegar a ser misionero y llevar la Palabra de Cristo a lugares muy distantes.
Después
de su ordenación, sus superiores no sabían aun como tratar con él. San Luis
estaba ansioso de poder empezar sus obras apostólicas. Sin embargo sus
superiores le negaron sus facultades de ejercer como sacerdote....no podía
confesar ni predicar.... y lo mantuvieron un largo rato en el seminario
haciendo varios oficios menores. Esto fue un gran dolor para San Luis, no por
los trabajos humildes sino por no poder ejercer su sacerdocio. Tenía como único deseo dar gloria a Dios en
su sacerdocio y en sus obras misioneras. Mas como siempre, San Luis obedeció
con amor.
Después
de casi un año en el seminario, por fin San Luis se encontró con un sacerdote
organizador de una compañía de sacerdotes misioneros, que le invitó a
acompañarlo en otro pueblo. Sus superiores, aprovechando esta oportunidad para
salir de él, le dieron permiso. A San
Luis le esperaba otra gran decepción pues cuando llegó a la casa de los padres
misioneros, vio tan grandes abusos y mediocridad entre ellos que no le quedaba
duda de que no podía quedarse. Escribió inmediatamente a su superior del
seminario pidiendo regresar a París pero este le dijo que estaba siendo
malagradecido y le hizo quedarse. San
Luis, que obedecía santamente a sus superiores, se quedó. Aun no le daban
permiso para confesar y pasaba los días enseñándoles catecismo a los niños.
Capellán
del Hospital
Después
de varios meses en que se encuentra relegado, San Luis es asignado capellán del
hospital de Poitiers, un asilo para los pobres y marginados. No era el
apostolado que San Luis buscaba, pues su deseo era ser misionero, pero aceptó
con docilidad. Cuando ya percibía los
frutos llegó la prueba otra vez. Los poderosos del mundo no podían aceptar la
simplicidad y naturalidad que tenía San Luis con los pobres y empezaron los ataques y la persecución. Vive, como todos los santos, el sufrimiento
de Cristo.
De
vuelta en París, el predilecto de la Virgen Santísima empieza a ver como las
puertas se le cerraban con rapidez. Muchos, no entendiéndolo, crean falsos
testimonios de él, desacreditándolo como sacerdote y como hombre. Es rechazado
hasta por sus amigos más íntimos. Fue tanto el rechazo contra él, que en uno de
los hospitales en que servía, su superior le puso una nota bajo su plato a la
hora de la cena informándole que ya no necesitaba de su ministerio. Hasta su
propio obispo empieza a dudar seriamente de él y dos veces lo manda a callar.
San
Luis, aunque sufrió enormemente, se mantuvo firme en su fe actuando como un
santo sacerdote. Dios lo estaba
purificando y fortaleciendo para que su vida sea un amor puro a Dios y
al prójimo. En su total humillación y abandono de todos se abre cada vez más a
la total conciencia de que Dios es su único apoyo, su única defensa. El ve en
esto una nueva oportunidad de abrazar su determinación de vivir en plena
pobreza, tanto espiritual como física. También llega a entender que la razón de
los ataques es la doctrina Mariana que enseña.
Primero porque Satanás no la quiere y segundo porque la humanidad no está
dispuesta a abrazar sus enseñanzas.
Recurso
al Papa de quién le hace misionero
San
Luis decide, en el año 1706, recurrir al Santo Padre, el Papa Clemente XI. Quería saber si en verdad estaba errado como
todos decían o si cumplía la voluntad de Dios, lo cual era su único deseo. Se
logra el encuentro y San Luis recibe del papá la bendición y el título de
Misionero Apostólico.
Durante
su vida apostólica como misionero, San Luis llegará a hacer 200 misiones y
retiros. Con gran celo predicaba de pueblo en pueblo el Evangelio. Su lenguaje era sencillo pero lleno de fuego
y amor a Dios. Sus misiones se
caracterizaban por la presencia de María, ya que siempre promovía el rezo del
santo rosario, hacía procesiones y cánticos a la Virgen. Sus exhortaciones
movían a los pobres a renovar sus corazones y, poco a poco, volver a Dios, a
los sacramentos y al amor a Cristo Crucificado. San Luis siempre decía que sus
mejores amigos eran los pobres, ante quienes abría de par en par su corazón.
Fundador
Un
año antes de su muerte, el Padre Montfort fundó dos congregaciones -- Las
hermanas de la Sabiduría, dedicadas al trabajo de hospital y la instrucción de
niñas pobres, y la Compañía de María, misioneros. Hacía años que soñaba con estas fundaciones
pero las circunstancias no le permitían. Humanamente hablando, en su lecho de
muerte la obra parecía haber fracasado. Solo había cuatro hermanas y dos
sacerdotes con unos pocos hermanos. Pero
el Padre Montfort, quien tenía el don de profecía, sabía que el árbol crecería.
Al comienzo del siglo XX las Hermanas de la Sabiduría eran cinco mil con
cuarenta y cuatro casas, dando instrucción a 60,000 niños.
Después
de la muerte del fundador, la Compañía de María fue gobernada durante 39 años
por el Padre Mulot. Al principio había rehusado unirse a Montfort en su trabajo
misionero. "No puedo ser
misionero", decía, "porque tengo un lado paralizado desde hace años;
tengo infección de los pulmones que apenas me permite respirar, y estoy tan
enfermo que no descanso día y noche."
Pero San Luis, inspirado por Dios, le contestó, "En cuanto
comiences a predicar serás completamente sanado". Así ocurrió
Sus
Virtudes
Los
santos son hombres que aman con todo el corazón y el corazón da fruto en
virtud. Los frutos no se dan sin la
entrega y el sacrificio perseverante.
San Luis Grignion de Montfort es un hombre de oración constante, ama a
los pobres y vive la pobreza con radicalidad, goza en las humillaciones por
Cristo.
Algunas
anécdotas:
En
una misión para soldados en La Rochelle, estos, movidos por sus palabras,
lloraban y pedían perdón por sus pecados a gritos. En la procesión final un oficial caminaba a
la cabeza descalzo, llevando la bandera. Los soldados, también descalzos,
seguían llevando en una mano el crucifijo y en la otra el rosario mientras cantaba
himnos.
Cuando
anunció su plan de construir un monumental Calvario en una colina cercana a
Pontchateau, muchos respondieron con entusiasmo. Por quince meses, entre
doscientos y cuatrocientos campesinos trabajaron diariamente sin
recompensa. Cuando la magna obra estaba recién
terminada, el rey ordenó que todo fuese destruido. Los Jansenistas habían convencido al
gobernador de Bretaña que se estaba construyendo una fortaleza capaz de ayudar
a una revuelta. El padre Montfort actuó
con una gran paz ante la situación. Solo
exclamó: "Bendito sea Dios".
-En
una ocasión, cuando el obispo lo había mandado a callar, San Luis
obedientemente se retiró en oración. Fue durante ese tiempo que escribió
"A los Amigos de la Cruz", un fabuloso tratado que enseña la
necesidad y la práctica de llevar la cruz.
-Los
Jansenistas (seguidores de Jansenio que terminaron en herejía), irritados por
los éxitos del padre Montfort, logran por medio de intrigas que se le expulse
del distrito en que daba una misión.
-En
La Rochelle trataron de envenenarlo con una taza de caldo y, a pesar del
antídoto que tomó, su salud fue dañada permanentemente.
-En
otra ocasión trataron de asesinarlo cuando caminaba por una estrecha calle. El tuvo
un presentimiento de peligro y escapó por otra calle.
¿Y
cuál es la Espiritual tan estacada?
La
espiritualidad de San Luis María sigue hoy día siendo amada por el Papa y
perseguida por muchos aun de la Iglesia. Es porque enseña un camino muy claro y
exigente que no permite ambigüedades ni medias tintas. El amor lo reclama todo.
La
espiritualidad de San Luis María de Montfort se basa en dos fundamentos:
1-Reproducir
la imagen de Cristo Crucificado en nosotros.
2-Hacerlo
a través y por medio de nuestra consagración a María como esclavo de amor.
En
otras palabras: vivir la Cruz Redentora a través de María.
Toda
la vida de S. Luis fue centrada sobre un deseo: La adquisición de la Sabiduría
Eterna que es Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo de María.
Optó
por una condición radical de vida formulada como "La santa
esclavitud" o la esclavitud voluntaria de amor a la Virgen Santísima para
llevarnos a la de Cristo. A ella le entregamos cuerpo y alma para que haga con
nosotros lo que quiera pues todo lo que ella quiere es de Dios. La Virgen,
Gestora de Cristo, pasa a ser la que dispone de nosotros.
Es
una vía de perfección y unión, de ascética radical y de misticismo dentro del
corazón de María Santísima. Enseña que el alma abandonada en las manos de la
Madre es unida a la obediencia del Hijo.
Esta entrega es total cuando el alma se separa de todo apego terrenal y
así es reengendrada en el seno de María donde se encarnó Jesús. Llega a ser así perfecta imagen de Dios quien
escogió ser obediente hasta la Cruz.
San
Luis no ve en María una simple devoción piadosa y sentimental, sino una devoción
fundada en teología sólida, la cual proviene del misterio inefable de lo que
Dios ha optado realizar por su mediación y por su perfecta docilidad a esa
obra. Esto es muy importante, ya que es este desarrollo lo que ha hecho posible
la revolución teológica que causó S. Luis de Montfort.
Su
Santidad Juan Pablo II es un gran devoto de Montfort. De él tomó su lema
"Totus Tuus" y se ha referido al santo en su encíclica Mariana
Redemptoris Mater y en muchas otras ocasiones. También visitó su tumba Saint
Laurent sur Sevre, añadiéndola al itinerario de su visita a Francia. Allí, junto a la tumba sufrió un atentado,
plantaron una bomba que fue descubierta por la seguridad. Providencialmente,
nada detuvo al Papá de honrar al santo que tanto ama.
Escritos
San
Luis dio a la Iglesia las obras más grandes que se han escrito sobre la Virgen
Santísima: El Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, el
Secreto de la Virgen, y El Secreto del Rosario. A estos se añade "A los
Amigos de la Cruz". La Iglesia ha
reconocido sus libros como expresión auténtica de la doctrina eclesial. El Papa
Pío XII, quién canonizó a San Luis dijo: "Son libros de enseñanza
ardiente, sólida y autentica."
Muerte
y Canonización
-Fue
beatificado en 1888 y canonizado el 20 de Julio de 1947.
-Es
venerado como sacerdote, misionero, fundador y sobre todo, como Esclavo de la
Virgen María.
Sobre
la tumba de San Luis de Monfort dice:
¿Qué
miras, caminante? Una antorcha apagada,
un
hombre a quien el fuego del amor consumió,
y
que se hizo todo para todos, Luis María Grignion Monfort.
-¿Preguntas
por su vida? No hay ninguna más íntegra,
-¿Su
penitencia indagas? Ninguna más austera.
-¿Investigas
su celo? Ninguno más ardiente.
-¿Y
su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.
Sacerdote
de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras.
Infatigable,
tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los
huérfanos,
y
reconciliador de los pecadores.
Su
gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió.
Maduro
para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.