El Santo Obispo de Tours poseyó los tres modelos de santidad conocidos en el
Mundo Antiguo, la del asceta que se despoja de todo lo mundano para entregarse
por entero a Dios, la del hombre de gobierno que ordena todo en procura del
reino de Cristo y lo demás lo recibe por añadidura, y la del celo apostólico y
misional. Todas sus obras las realizó en permanente unión a los misterios del
Señor por medio de la vía más eficiente: la oración.
Hijo de un tribuno romano, San Martín de Tours nació en Sabaria, actual
territorio de Hungría, hacia el año 316. Siendo todavía niño, su familia regresó
a la península itálica para establecerse en la ciudad de Pavía, donde fue
inscripto como catecúmeno. Sin embargo, al igual que su padre, sintió la
vocación militar, razón por la cual, a los 15 años de edad se enroló en el
ejército de Roma, siendo destinado a la caballería de la Guardia Imperial.
Su Festividad: 11 de Noviembre |
A los 18 años, el joven soldado sintió la necesidad de ser bautizado y, poco
después, un hecho asombroso lo llevó a abandonar la milicia para abrazar la vida
religiosa.
Era emperador de Roma por esos días el césar Juliano, conocido en la historia por el apodo de “Apóstata”, ya que habiendo conocido el cristianismo por intermedio de los herejes arrianos, intentó instaurar nuevamente el culto pagano. Corría el año 356, cuando las hordas bárbaras de salios y camavios penetraron en territorio galo, arrasando todo a su paso. Los romanos concentraron sus fuerzas en Worms y hasta allí se encaminó Juliano, para entregar a sus tropas el incentivo en dinero con el que las mismas eran animadas. Al llegar el turno de San Martín, éste miró al emperador y sin aceptar la dádiva exclamó: “Hasta ahora, César, he luchado siempre a tu servicio, permíteme hacerlo a partir de ahora por Dios. Quien desee continuar a tu servicio acepte entonces tu donativo; yo soy soldado de Cristo. No me es lícito seguir en el ejército.” A ello respondió el emperador: “Tu actitud, mi querido Martín, más parece miedo a la batalla que convicción religiosa; tu sabes que los bárbaros nos atacarán mañana. Sabes que debemos responder con contundencia porque la seguridad del imperio peligra. Dices ser cristiano, es decir que eres un cobarde. Tienes miedo de enfrentar al enemigo.”
Era emperador de Roma por esos días el césar Juliano, conocido en la historia por el apodo de “Apóstata”, ya que habiendo conocido el cristianismo por intermedio de los herejes arrianos, intentó instaurar nuevamente el culto pagano. Corría el año 356, cuando las hordas bárbaras de salios y camavios penetraron en territorio galo, arrasando todo a su paso. Los romanos concentraron sus fuerzas en Worms y hasta allí se encaminó Juliano, para entregar a sus tropas el incentivo en dinero con el que las mismas eran animadas. Al llegar el turno de San Martín, éste miró al emperador y sin aceptar la dádiva exclamó: “Hasta ahora, César, he luchado siempre a tu servicio, permíteme hacerlo a partir de ahora por Dios. Quien desee continuar a tu servicio acepte entonces tu donativo; yo soy soldado de Cristo. No me es lícito seguir en el ejército.” A ello respondió el emperador: “Tu actitud, mi querido Martín, más parece miedo a la batalla que convicción religiosa; tu sabes que los bárbaros nos atacarán mañana. Sabes que debemos responder con contundencia porque la seguridad del imperio peligra. Dices ser cristiano, es decir que eres un cobarde. Tienes miedo de enfrentar al enemigo.”
Martín sabía que además de buen comandante, Juliano era enemigo del
cristianismo y que si titubeaba, sus compañeros no sólo se reirían de él sino
del mismo Cristo, razón por la cual, solicitó que le permitiesen formar en la
primera fila, sin armas ni escudo ni yelmo. “... así mi internaré tranquilo
entre los bárbaros, demostrándote mi valor y fidelidad y que lo único que temo
es derramar sangre de otros hombres.” Por la mañana, cuando la batalla estaba a
punto de comenzar, los bárbaros enviaron un parlamentario y pidieron la paz. Los
anales atribuyeron la victoria a Juliano, pero algunos legionarios manifestaron
que el enemigo había entrado en pánico al enterarse que, seguros del triunfo,
había soldados que marcharían a combatir sin armamentos.
Sus primeros pasos sacerdotales
Obtenida su licencia y liberado del ejército, Martín se trasladó a Poitiers
para unirse a los seguidores de San Hilario, a quien ayudó a exorcizar a
numerosos poseídos en aquella ciudad. Fue el mismo Santo el que le ordenó
sacerdote y le indicó, con su ejemplo, el camino a seguir.
San Martín regresó por un tiempo a su ciudad natal y desde allí pasó a Milán
primero, y a una isla cercana a Génova después, para llevar vida de ermitaño, en
silencio y oración. Al cabo de un tiempo, regresó a Poitiers llamado por San
Hilario. En la ciudad cercana de Ligugé fundó el que sería el primer monasterio
de Francia y un verdadero semillero de obispos y sacerdotes defensores de la
ortodoxia católica, desde donde su fama comenzó a extenderse por toda la Galia
mientras se le unían los primeros discípulos.
Apóstol y misionero de las Galias
Ordenado Obispo de Tours en el año 371, fijo allí su residencia fundando el
monasterio Marmontier, al tiempo que emprendía numerosos viajes misionales
evangelizando la regióny poniendo en funciones las primeras parroquias rurales.
Simultáneamente emprendió una ardua lucha contra el paganismo, la adoración de
símbolos falsos y los cultos druídicos, sumamente extendidos por aquellas
comarcas. En su afán de difundir el Cristianismo debió enfrentar a numerosos
enemigos que intentaron obstaculizar su accionar, en especial los amantes de las
riquezas y el lujo, que no veían con buenos ojos su ejemplo de austeridad.
Al ser nombrado obispo de Tours, San Martín intentó rechazar el nombramiento
por considerarse indigno, escondiéndose de quienes lo buscaban en el interior de
un granero. Ocurrió que un ganso comenzó a dar fuertes graznidos, delatando la
presencia del Santo. Otro día intentó cortar una encina adorada por los paganos
y estos le dijeron que se lo permitirían siempre y cuando el árbol cayese sobre
él. Así lo hizo el sacerdote y cuando hubo terminado de cortar, viendo que la
encina se le venía encima, alzó su brazo, hizo la señal de la cruz y el árbol
cayó sin tocarlo.
Su muerte, veneración y culto
San Martín de Tours falleció el 8 de Noviembre en Candes, Turena, en el año
397, a los 81 años de edad. Murió apaciblemente, recostado en el suelo sobre
cenizas, confortable cama ante los ojos del Altísimo, y supo rechazar
violentamente al demonio que intentó en aquel trance tentar su trasparente alma.
Sus restos fueron conducidos al sepulcro en solemne procesión, escoltados por
una guardia de honor de más de 2000 de sus monjes. Suepiscopado marca el triunfo
del cristianismo en el Oeste de las Galias y su tumba no tardó en convertirse en
centro de peregrinación. Su fiesta se celebra el 11 de Noviembre. Es santo de
los soldados, de los artistas, de los tejedores y fabricantes textiles –junto a
San Francisco de Asís– y Patrono de Francia y Hungría, además de varias
ciudades, entre ellas Amiens, París, Utrech, Aviñon y Buenos Aires.
Su biografía fue reseñada por su discípulo Sulpicio Severo en su célebre
“Vida de San Martín”. Allí nos habla de su talla fuera de lo normal, de su
apostura marcial y su forma de predicar, que más perecían arengas militares que
homilías. Con ellas acusó a emperadores, reprimió a herejes y defendió a
menesterosos, obrando varios milagros, entre ellos la resurrección de algunos
muertos. El propio San Martín solía mostrar orgulloso las numerosasheridas
adquiridas en el campo de batalla durante sus veinticinco años de servicios y
ese temperamento militar fue el que le ganó el apodo de “Apóstol de las Galias”
ya que nadie había hecho tanto por la Francia Católica hasta entonces. Por esa
causa San Gregorio de Tours lo invoco como “Patrón especial del mundo
entero”.
Origen de la palabra "Capilla": La media capa de San Martín fue guardada en una urna y se le construyó un pequeño santuario. La palabra "Capa" es latina y "Media Capa" en latín es "Capilla", por lo que la gente decía: "Vamos a orar donde está la Capilla". Y de ahí viene el nombre de Capilla, que se da a los pequeños lugares dedicados a la Oración.
Por la intercesión de San Martín recordamos que todo favor hecho al prójimo lo hacemos a Jesucristo.