Los Santos...

En su reflexión sobre la solemnidad de Todos los Santos San Bernardo se pregunta: ¿De qué le sirven a los santos nuestras alabanzas y honores terrenos? (la misma fiesta que celebramos hoy). Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. La veneración de su memoria redunda en provecho nuestro.

 
El primer deseo, prosigue San Bernardo, es gozar de su compañía tan deseable y llegar a ser conciudadanos y compañeros de los espíritus bienaventurados, de convivir con todos ellos (patriarcas, profetas, confesores, vírgenes, mártires, apóstoles) alegrarnos juntos en la comunión de los santos.

 
Para esto se necesita buscar las cosas de arriba, hemos desear su compañía, la felicidad de que gozan los santos.
 
El segundo deseo es que, como a ellos, también a nosotros se nos manifieste Cristo y que nos manifestemos nosotros con él revestidos de gloria.

 
Mientras llega esa manifestación, Cristo se nos presenta coronado de espinas, rodeado de las espinas de nuestros pecados.

 
Llegará el día en que se manifestará la cabeza gloriosa y, junto con él, brillarán glorificados sus miembros cuando transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante a la cabeza, que es él.

 
Para esa manifestación debemos de desear en gran medida la intercesión de todos los santos, para que ella nos obtenga lo que supera nuestras fuerzas.

 
Las palabras de San Bernardo nos enseñan, entonces, a desear, imitar y pedir la intercesión de cada uno de ellos.



Es aquí, también, donde está la relación en la fiesta que hoy celebramos y la conmemoración de los fieles difuntos del día de mañana (2 de noviembre)

 
¿Qué sentido tiene la muerte si no hay una vida gloriosa después?, si no hay un reencuentro definitivo. ¿De qué sirven nuestras oraciones para nuestros difuntos si no creemos en la vida eterna?
 
 
La solemnidad de hoy es el preámbulo de lo que será nuestra vida después, gracias a la liberación de Cristo en la cruz ganado la vida eterna (ofreciendo la posibilidad, pero de nosotros también depende el poder alcanzarla) para cada uno de nosotros.

 

¿Por qué, entonces, miedo a la muerte? ¿No será acaso que porque no tenemos la mirada hacia ese horizonte de eternidad, que tememos tanto?

 
Es por eso que muchas veces buscamos“cierto poder y dominio” a través de ritos.

 
Me quedé maravillado ayer a la noche cuando vi que en Chile (Santiago) la gente celebra con mucha solemnidad “HALLOWEEN.Enseñan esto a los niños.

 
¿Cuál es el sentido de la muerte?. ¿No será que por eso tenemos tanto miedo?


El que escala una montaña, sabe a dónde quiere llegar y por eso no tiene miedo a las dificultades mientras está escalando, las ve sólo como un obstáculo que hay que saltar. Va disfrutando cada momento de esa subida, no se queda estacionado en ningún lugar porque sabe que ese no es el lugar sino que tiene que llegar hasta la cima.


Nos dice la Palabra en la carta a los Efesios “… El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, quiera concederos el don de sabiduría y revelación, para que lleguéis al pleno conocimiento de él e, iluminados así los ojos de vuestra mente, conozcáis cuál es la esperanza a que nos ha llamado y cuáles las riquezas de gloria otorgadas por él como herencia a su pueblo santo…” (Ef. 1,17-18).


Que en este día veamos a los santos como aquellos que ya recorrieron el camino hacia el cual todos nos dirigimos y nos recuerda al lectura del Apocalipsis hoy “Son los que viene de la gran tribulación y han lavado sus vestiduras en la sangre del cordero…”