¿Llegará el fin del mundo? Happy end (Final Feliz)

San Marcos 13,24-32
 
“… En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán.  Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria.  Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.  Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano.  Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre…”
 
Cuando Marcos escribe el evangelio han ocurrido también acontecimientos dramáticos o decisivos: guerra judía y destrucción del templo de Jerusalén, la primera persecución, tal vez, de los cristianos en Roma (podría ser en tiempos de Nerón). La comunidad cristiana está abatida y confusa; necesita saber; necesita una palabra que la oriente. También en la primera lectura el texto de Daniel momento de opresión y persecución bajo Antíoco IV Epifanes.
Es claro que la comunidad necesita encontrar un sentido a la misma vida en medio del sufrimiento y la desolación, como nos sucede muchas veces a nosotros en la vida. ¿Señor qué tengo que hacer con mi vida?
Es en el momento de la lucha es donde Dios debe de hacerse más presente y seguramente es donde más nos cuesta encontrarlo.
Por eso hoy el Señor tiene  un mensaje de esperanza para todos. Dice la palabra “…En aquel tiempo será liberado tu pueblo…”
Para el evangelista Marcos la destrucción de Jerusalén y del templo sirve de símbolo de los tiempos finales del mundo y de la historia. Igualmente, la imagen de la higuera desde que florece en primavera hasta que maduran los higos sirve para señalar el tiempo intermedio entre la historia concreta de su época y el final de la historia.
La higuera:
Una vez al año solamente, pero en fin, una vez, el mundo que nos envuelve manifiesta con fuerza sus energías escondidas y se revela a sí mismo. Entonces, aparecen las flores, los árboles frutales y las flores se abren y muestran su esplendor, la hierba y el trigo germinan. Hay una fuerza de vida repentina y una explosión de la vida escondida que Dios ha depositado en el mundo material.
También esa fuerza depositada en el corazón y la vida de cada uno de nosotros. Allí está debemos descubrirla, esa fuerza es el la presencia misma de Dios en el corazón de cada uno de nosotros.
Pues bien, esto nos muestra lo que el mundo realiza según los designios de Dios. Esta tierra se manifestará un día como un mundo nuevo, lleno de luz y de gloria en el que veremos a los santos y a los ángeles. ¿Quién pensaría que ha habido primaveras precedentes, quien podría concebir dos o tres meses por adelantado que el rostro de la naturaleza que parecía muerta pudiera revestirse de un esplendor tan variado?..
Así ocurre con aquella primavera eterna que esperan todos los cristianos; llegará aunque tarde. Esperémosla porque “dentro de poco, de muy poco, el que ha de venir vendrá sin retraso.” (Hb 10,37) También decimos cada día: “venga a nosotros tu Reino”, lo que quiere decir: “Muéstrate, Señor, tú que te sientas sobre los querubines, resplandece, despierta tu poder y ven a salvarnos.” (Sl 79,3)
Salmo 79 : “… Restáuranos, Señor de los ejércitos, que brille tu rostro y seremos salvados…”
Hay pues una relación entre el tiempo y la eternidad, entre el fin de una época y el fin de la historia, entre el fin de la vida y el fin del tiempo. Entre ambos fines hay ciertas semejanzas: en primer lugar, la certeza del fin, evidente respecto al fin de la vida, objeto de fe respecto al del tiempo; luego, su carácter imprevisible, totalmente en cuanto al fin del tiempo, parcialmente en cuanto al fin de la vida; además, su valor decisivo: en un caso se decide sobre la suerte del individuo, en el otro sobre la suerte de la humanidad entera. Finalmente, ambos revelan la condición del hombre y de su mundo, una condición limitada, imperfecta, precaria, que remite necesariamente a otra realidad superior donde esa condición recibe perfección y completamiento. De esta manera el final de la vida equivale en cierto modo al final del tiempo para cada ser humano; y el final del tiempo en alguna manera está prefigurado en el final de la vida. Con la muerte, podemos decir, llega a cada hombre el final de su tiempo en espera del final de todos los tiempos. Ambos finales se viven a la luz resplandeciente de la esperanza cristiana.
SIGNOS PRECURSORES DE LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE:
¿Qué señal habrá de su  venida?
FALSOS PROFETAS: La primera será la aparición de muchos que anunciarán falsamente la inminencia del advenimiento del Cristo; contra ellos dice  Jesús a sus discípulos: Entonces, si alguno os dijere: Mirad, el Cristo está aquí, o allí: no lo creáis. La razón es porque aquellos hombres harán tales prodigios, que parecerán obrar por virtud y como enviados de Dios: Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán grandes maravillas y prodigios: ello será debido a la fuerza del demonio, cuya acción sobre la naturaleza es más poderosa que la del hombre, si Dios le permite desarrollarla; trabajarán entonces los espíritus de las tinieblas para corroborar con apariencias de milagro las doctrinas de sus emisarios (cf. 2 Thess. 2, 9.10; 2 Cor. 11, 15).
Signos de la naturaleza: A la aparición de los falsos profetas, cuya duración no indica el Señor, seguirán inmediatamente señales en el sol, en la luna y en las estrellas: Y luego después de la tribulación de aquellos días, el sol se obscurecerá, sea para solos los hombres, por la interposición de densísimas nubes, sea por un cataclismo de orden sideral: y la luna no dará su resplandor y las estrellas caerán del cielo, no sobre la tierra, que son inmensamente mayores que ella, sino por una dislocación de los cuerpos celestes con respecto a la tierra: y las virtudes del cielo, las fuerzas que gobiernan el cosmos, temblarán, serán conmovidas. Todo ello indica un trastorno de carácter universal, semejante a los antiguamente anunciados por los profetas (Is. 13, 9 sig.; 14, 18.19; 34, 4 sig.; Ter. 4, 28; Ez. 32, 7, etc.): como la justicia de Dios se ha manifestado con señales locales de orden atmosférico o meteorológico en casos particulares, en el juicio universal será toda la naturaleza la que tomará parte. Consecuencia de todo ello será el universal pavor de la humanidad de aquellos días. Y en la tierra estarán consternadas y atónitas las gentes por el estruendo del mar y de las olas. Ante este desconcierto de la máquina del mundo, los habitantes de esta tierra quedarán atónitos, sin fuerzas ni aliento.
APARICIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE (30.31). — A la terribilidad de los signos precursores del advenimiento del Hijo del hombre seguirá la magnificencia de su personal advenimiento: Y entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo: será la cruz, señal de Cristo por antonomasia, instrumento de la redención, que así será glorificada para gozo de los justos.
El Juicio: Entonces el supremo Juez y Rey magnífico enviará a sus heraldos los ángeles, para que llamen a todo el mundo a juicio: Y enviará sus ángeles, que, a la voz de trompeta sonorá, con grande estrépito, con una señal evidente, (1 Cor. 15, 22; 1 Thess. 4, 15), congregarán a sus escogidos de los cuatro vientos, de los cuatro puntos cardinales, del uno al otro extremo de los cielos.
Mirar las cosas y los acontecimientos en profundidad, desde Dios. A partir de las palabras de Jesús los creyentes nos atrevemos a mirar el presente "en estado de gestación ", de vida en desarrollo, que alcanzará su plenitud sólo en Dios. La imagen de la gestación habla de una vida que requiere cuidados, protección y que no excluye crisis y dolores.
No es tiempo de presagios, sino de atención al Señor. No es tiempo de despistes sino de fidelidad. No es tiempo de diásporas ideológicas o afectivas sino de concentración en el Sueño de Dios cuyo máximo exponente es Jesús.
Que las palabras de San Pablo a Timoteo (4,6-8) sean la expresión de nuestra vida de esperanza:"Yo estoy a punto de que me llegue la muerte y se acerca el momento de mi partida. He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, siempre he sido fiel a la fe. Desde ya, me está preparada la corona de los santos, con que me premiará aquel día el Señor, justo juez; y conmigo la recibirán todos aquellos, que han esperado su venida gloriosa"